viernes, 15 de agosto de 2014

Thomas Hobbes y el Estado como autoridad central, única y fuerte para garantizar la búsqueda de la felicidad. Locke divide el poder central en dos (bicefalia) para debilitarlo y que el capitalismo cogobierne siempre: Felicidad colectiva versus liberalismo individualista




Thomas Hobbes y el Estado como autoridad central, única y fuerte para garantizar la búsqueda de la felicidad. Locke divide el poder central en dos (bicefalia) para debilitarlo y que el capitalismo cogobierne siempre: Felicidad colectiva versus liberalismo individualista



Con Thomas Hobbes tenemos a un pensador moderno, racional, empirista, revolucionario; inteligente, elegante y original; muy conocedor del pensamiento político que le antecedía, y admirador de los avances científicos de su tiempo, le impresionaba sobre todo: la exactitud y precisión de la geometría desarrollada en sus días.


En su pensamiento político se puede notar claramente la influencia de la ciencia de su época, y con ello: se sigue en la sana filosofía política posterior toda una corriente que apela a dicho método, el de atender y respetar los avances científicos para usarlos en el desarrollo de la teoría política.


Con Thomas Hobbes tenemos al pensador político que razona y filosofa certera, luminosa y magistralmente en tiempos políticos agitados, polémicos y turbulentos, Hobbes combate ideológicamente contra muchos pensadores ingleses de su evo, y fue Locke su más encarnizado enemigo teórico-político. A diferencia de Locke, el sabio Hobbes no apela a los derechos naturales ni al utillaje religioso en forma central y esencial, como sí lo hace astutamente Locke, para sorprender y disfrazar los verdaderos y reales intereses de los capitalistas y terratenientes amigos. Hobbes muestra al ser humano en su naturaleza: en su realidad, en sus flaquezas o debilidades y en sus fortalezas o virtudes; y busca el justo medio --como el maestro Aristóteles había enseñado--, y cree que el hombre debe encontrar su felicidad –vía la virtú tal como enseñó el célebre florentino Nicolás Maquiavelo-- y que el Estado como autoridad fuerte y centralizada debe ayudarlo a ello.


Mientras Locke pone todo su interés y fuerza de pensamiento, en favorecer al Parlamento como suprema autoridad legal, legisferante y política, y que se oponga al poder ejecutivo: a fin que no imponga impuestos, ni controle, ni fiscalice, ni regule, a los terratenientes y nobles y capitalistas ingleses; vale decir, que Locke usa al PARLAMENTO como contrafuerte y muralla y fortaleza enemiga y opositora, en contra del poder ejecutivo: para frenarlo y controlarlo, favoreciendo así a los capitalistas, terratenientes e inversionistas, de tal manera que salvaguarde, el patrimonio y negocios y propiedades de los capitalistas. Locke quiere la BICEFALÍA EN Y DEL PODER CENTRAL: el poder ejecutivo por un lado, y el PARLAMENTO como lastre y protector y defensor del capitalismo, por el otro lado; pues, Hobbes opta por el camino opuesto a la teoría política de Locke: la autoridad central, única y fuerte para coadyuvar a la búsqueda de la felicidad a que tienen derecho los ciudadanos en general. Aquí está el punto nodal de lucha y combate entre la posición teórica-política de la FELICIDAD de Hobbes, contra el INDIVIDUALISMO o Liberalismo de Locke.


Locke busca dividir al poder central, para favorecer al capitalista y al ricachón, a fin que obtenga más riquezas y fueros, y más prerrogativas y protección: la bicefalia monstruosa y perpetua del poder central, que siempre postergue al ciudadano y que siempre privilegie los intereses del capitalismo (como se ha verificado palmariamente en la misma historia universal); mientras Hobbes quiere una sola autoridad política central: única y fuerte, pero para garantizar que los ciudadanos puedan hallar o buscar o pugnar, por su felicidad.


Hobbes advierte como petición de principio universal: que el hombre es un ser social y gregario –enseñanza platónica y aristotélica—, y que en la actividad política colectiva, debe buscar fines morales o no, pero que satisfagan su interés y le brinde placer. Individualmente, el hombre está perdido y puede morir por mano de otro hombre ambicioso y perverso (San Agustín ya lo había enseñado muchos siglos antes), y lo que quiso advertir Hobbes con ello, es que: Locke defendía al perverso y avaricioso liberalismo individualista, o mejor dicho, que el capitalista (estado de guerra) es el ser perverso, ambicioso y asesino. De ahí es que nace el odio y el combate y difamación sistemática contra Hobbes, y hasta hoy, hay pensadores o seudo-pensadores que acusan de mala fe a Hobbes de ser el padre del pensamiento fascista; ya en su época, a Hobbes le endilgaron malevamente: ser el padre de los ateos. El individualismo liberal y/o el capitalismo tenían a un enemigo poderoso en su pensamiento y argumentación racional, que los descubría y denunciaba con toda elegancia y potencia filosófica.


Para Hobbes, el hombre es un ser racional que se conduce guiado por sus intereses y no por cuestiones morales principalmente, y que la búsqueda del placer es básico para entender su conducta social y política; el ser humano busca principalmente librarse de la muerte, y si la obediencia al poder político es un mecanismo para mantener y salvaguardar su vida, pues obedecerá, y si dicho gobierno político le ayuda a que busque y encuentre su felicidad por sí mismo, pues, se podrá obtener así: la estabilidad política y social que necesita la sociedad y la nación; en esa argumentación racional, es que Hobbes sentó sabiamente: que el hombre será feliz, siendo sumiso y obediente al poder político que le brinda paz y seguridad, que siendo rebelde y guerrero.


El reconocido investigador de ciencias sociales de la universidad de Liverpool Charles Vereker expone sistemáticamente varios temas básicos de la Teoría Política, y de donde extraemos éstas citas que abonan la tesis que hemos elaborado ut supra:


“La búsqueda de la felicidad por el individuo, arguye Hobbes, exige como  condición previa para su éxito la creación de una institución política, de cuyo mantenimiento sean permanentemente responsables los ciudadanos. Nada pueden lograr en forma directa por medio de esta organización, pues no es función del gobierno promover el éxito de los hombres o hacerlos felices, pero, sin ella, tampoco pueden éstos lograr nada. El temor a la muerte es el comienzo de la política.”
“Hobbes dedica el primer libro del Leviatán al análisis de la psicología humana. (…) En el caso del hombre, esto implica la introspección. De este modo, el ejemplo de Hobbes, que él considera como caso típico, es el mismo. ‘Quien ha de gobernar a toda una nación debe leer en sí mismo, no a este o a aquel hombre, sino a la humanidad …’. Este procedimiento filosófico, que es anticientífico y antihistórico –tal como entendemos nosotros estos términos--, origina distorsiones obvias e inexactitudes (pag. 182) en el análisis de Hobbes. Y estas desventajas, con todo, son pequeñas si se las compara con la originalidad del intento –que fue el primero en la historia— de describir la condición del hombre sin atribuir algunas, o todas, sus imperfecciones al hombre mismo. (…) Pero sólo Hobbes se basó en esta premisa para deducir una filosofía política, en vez de seguir la tradición habitual que razonaba a la inversa.”
“Cuando Hobbes analiza los defectos humanos no descubre la ignorancia ni el pecado, en los significados griego y cristiano de ambos términos, sino las inevitables limitaciones de la naturaleza humana, expresadas en el infortunio más que en el juicio errado, y en las frustración más que en la maldad. (…) El estado de naturaleza, que de acuerdo con toda la argumentación de Hobbes es una imposibilidad, permanece vívidamente ante nosotros en lugar del gobierno político ordenado que crea la voluntad del hombre en respuesta a los dictados de la razón. Todo estudiante preocupado por Hobbes, lo haya leído o no, (pag. 183) sabe que la vida del hombre está expuesta a ser ‘solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve’. Pero, puede olvidar fácilmente la conclusión de que esta amenaza raramente se concreta, pues en todas las épocas del hombre se ha esforzado en emprender la acción política para evitarla.” (pag. 184)

(…)
“La conclusión importante residía en que no podía haber satisfacción final, de modo que el proceso de adquirir diversos tipos de poder, o de medios, para asegurar las satisfacciones presentes y futuras, era permanente.” (pag. 185)
(…)
“Este temor a lo desconocido, que para Hobbes es la característica propia de la religión constituye, junto con la razón, un factor que contribuye a impedir que el hombre, en sociedad, caiga en los peligros de la desobediencia.”
(…)
“Evitar la muerte, adquirir los medios para lograrlo y proveer a su subsistencia, constituyen la principal preocupación del hombre. Dentro de las circunstancias en que le toca vivir, es libre de dar todos los pasos que la razón recomiende para lograr tales fines, esto es, los pasos adecuados para ello. No hay nada que se base en fundamentos morales. En teoría, el hombre no es responsable de sus actos, y no hay valores intuitivos o verdades reveladas que limiten lo que Hobbes llama a menudo sus derechos, con lo cual quiere significar el ejercicio de su poder para asegurarse la supervivencia lo más efectiva y prolongadamente posible. De este modo la virtud, dentro de esta concepción de la vida ajena a la moral, se convierte, al igual que en Maquiavelo, en una especie de aptitud para la supervivencia, en la eficaz adaptación a las condiciones probada por su éxito.” (pag. 186)
(...)
“El problema de la vida social se plantea por el simple hecho de que existan simultáneamente otras personas de carácter similar. Los azares de la vida aumentan infinitamente en un universo difícil y peligroso, de modo que la inseguridad se convierte en la regla, y la felicidad es mínima. (…) Para Hobbes, como para San Agustín, el hombre abandonado, a sus propias fuerzas, está irremediablemente perdido, es una criatura caída, condenada por el pecado o por la naturaleza a una existencia imposible. Pero, acompañado, puede salvarse, y aun cuando no sea posible eliminar las dificultades de la vida, pueden, sí, modificarse en alta escala.” (pag. 187)
(…)
“Es cierto que el control político se ejerce en última instancia por la fuerza, pero no simplemente por medio de la fuerza justificada especiosa e inmoralmente, como Marx quiere hacernos creer. La teoría política de Hobbes trata de justificar el poder político sosteniendo que éste se halla autorizado, para usar su propia expresión. La alianza que de este modo une a los individuos separados en un cuerpo político es una afirmación constante, aunque muy inarticulada, de un propósito concurrente, que se traduce por el mantenimiento del Estado y se refleja en la obediencia racional a la ley. (…) En la teoría de Hobbes hay una necesidad psicológica que lleva al individuo a perseguir la felicidad. En ambos casos, es más feliz en la sumisión que en la rebelión.” (pag. 189)
(…)
“En verdad, podía haberse excusado a Hobbes si hubiera afirmado que la discordia religiosa era excesiva en el siglo XVII y debía ser controlada en interés de la paz. El suyo, sin embargo, era un  caso universal. La uniformidad sólo puede imponerse efectivamente por el poder civil. Por eso, aun la revelación divina debía ser refrendada por un ministro responsable. Dios se había convertido en un monarca constitucional, que reinaba pero ya no gobernaba.”
“Hobbes, pues, fue mucho más allá que los teóricos de la ley natural al secularizar completamente la sociedad dual de la Iglesia y el Estado, aunque subsistieran importantes vestigios de la distinción entre las dos esferas de la compulsión legal y la libertad individual. El énfasis recaía en el aspecto negativo; la misión del gobierno era impedir el caos y no producir directamente la felicidad. Pero como Hobbes se interesaba por la obtención de resultados dentro de una situación que contenía una permanente amenaza de caos, y dado que esos resultados dependían de sanciones efectivas en este mundo, el gobierno soberano que la fuerza comunal erigía en su protección a título exclusivo se convertía por ello en el guardián, el intérprete y el promulgador de todos los valores morales, fueran éstos seculares o religiosos.” (pag. 190)
(…)
“Este punto de vista domina su tratamiento de lo que llama, engañosamente, ‘leyes naturales’. Éstas no son normas morales a cuya luz puedan juzgarse los actos políticos, sino reglas generales de conducta, descubiertas en la experiencia por la razón y en cuyo cumplimiento sólo puede confiarse al igual que con la alianza social, cuando son confirmadas e impuestas por el gobierno civil. El ejemplo típico de estas reglas de conveniencia, ‘que los hombres cumplan con sus compromisos adquiridos’, cuya efectividad Hobbes consideraba imposible sin coerción, puede compararse con la versión de Locke del mismo precepto: ‘Pues la verdad y la lealtad pertenecen a los hombres como hombres, y no como miembros de la sociedad’.”
(…)
“Este enfoque sin perspectiva histórica también afecta las concepciones de algunos de los pensadores utilitaristas que siguieron los pasos de Hobbes. La idea de que la sociedad organizada soporta una permanente tensión entre las tendencias centrífugas de sus componentes y el impulso centralizador del poder político, tiende a sobreestimar la fuerza y la autoridad requeridas por éste para conservar la existencia de una sociedad histórica. En particular no (pag. 191) toma en cuenta el papel que desempeñan las costumbres y el hábito, como tampoco la prolongada vida y la influencia de las instituciones sociales distintas del gobierno. Este defecto de la teoría de Hobbes fue reparado en el siglo siguiente por Hume y Burke. El mismo Hobbes veía que la posesión de poder político no implicaba necesariamente su ejercicio, así como la posesión de riqueza no significa disfrute. Pero no extrajo la conclusión de que, posiblemente, sea necesario mucho menos poder para lograr sus fines.”
“En segundo lugar, comparada con la versión de Locke, Hobbes usa metafóricamente la expresión ‘alianza’ o ‘contrato’ para sugerir que los hombres no tienen, por su naturaleza, intereses comunes; pero, la conclusión a que arriba su argumento es que comparten una preocupación común de enorme importancia: el mantenimiento de la sociedad civil.”
(…)
“Al patrón histórico cambiante del pensamiento político, Hobbes agregó un nuevo tema original. O sea: que además de la ignorancia y el pecado, el hombre se halla obstaculizado por las contradicciones de su propia naturaleza y por sus consecuencias sociales. De esto no puede responsabilizarse a nadie (pag. 192), pero todos deben cooperar para remediarlo. ‘Todo cuanto es NECESARIO para la salvación está contenido en dos virtudes: fe en Cristo y obediencia a las leyes. Esta última, si fuese perfecta, bastaría’.” (pag. 193), ‘Capítulo IV. La Felicidad’ en ‘El Desarrollo de la Teoría Política’, editorial Universitaria de Buenos Aires EUDEBA, versión castellana por Néstor Míguez, Argentina, 349 pags., 1961.



Thomas Hobbes es un hito y monumento basal y cardinal del pensamiento político moderno, su tesis del Estado como autoridad central, única y fuerte, para garantizar la búsqueda de la felicidad general: fue atacado sañudamente, no les convenía a los grupos de poder fáctico de la época (y también a los de ahora), que el poder central y sus políticos tengan fines morales de búsqueda de bienestar y felicidad para todos los ciudadanos: La Iglesia Católica y sus nuevas hermanas, --las iglesias nacionales--, y a las iglesias protestantes, y a otras confesiones religiosas del siglo XVII tampoco les caía en gracia el pensamiento hobbsiano: porque perderían poder, riquezas, manipulación e influencia, si el poder civil y político central y único, asume la responsabilidad de coadyuvar al paraíso terrenal o la felicidad general civil y ciudadana; igualmente: el capitalista, el terrateniente e inversionista, etc., veía como gran peligro que el ciudadano logre la felicidad y deje de ser mano de obra barata o esclavo, al servicio del capitalismo naciente.


Locke divide el poder central en dos, privilegiando al Parlamento (la bicefalia republicana plutocrática y esclavista) para debilitarlo y que el capitalismo cogobierne siempre (y esta tesis política es la que triunfó y se estableció, para mayor gloria y riquezas y poder global del capitalismo, como ahora se verifica ampliamente): Felicidad colectiva versus liberalismo individualista.


El debate continúa: por nuestra parte, consideramos que tenemos que pugnar en Perú por la Segunda República optando por la teoría política de la felicidad general de los repúblicos, y combatir al liberalismo individualista, perverso y apátrida.

Lima, 14 de agosto del 2014

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 20 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
Fundador, ideólogo y Presidente de “Foro Republicano”
http://fororepublicanoperuano.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com




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