Revolución norteamericana creó ‘República Plutocrática y esclavista’
lockeana y la Revolución Francesa creó república para y por la felicidad: Triunfa
el patrimonialismo y el capitalismo anglosajón. Insuficiencias del materialismo
histórico o marxismo para interpretar las revoluciones modernas
El Renacimiento y la Ilustración
habían ganado mucho terreno en Europa, con los cambios culturales, sociales,
políticos y sobre todo económicos, comerciales y financieros; en verdad de
verdades, el descubrimiento de nuevos mercados vírgenes enloqueció de avaricia
a los capitalistas, comerciantes y financistas, y por ello, estaban dispuestos
a derrumbar, allanar y eliminar todo lo que se oponga a su enriquecimiento
fácil, y por cierto: el esclavismo fue su herramienta económica vital, y las ‘Repúblicas Plutocráticas’ lockeanas: su
teoría política y justificación ideológica, y que expandirían por el mundo
entero donde haya riquezas que expoliar y mano de obra barata y gratuita que
explotar, manteniendo a las grandes mayorías engañadas con la ilusión de que su
‘voluntad
general’ era la que imperaba, cuando en realidad primaba y regía el
dominio y manipulación de las élites sobre la gran masa estafada.
Los más románticos e ilusos
fueron los filósofos y pensadores franceses, que nunca habían gozado de
libertades alguna, ni de industrialización sistemática y a fondo, ni de
tradiciones políticas relevantes, ni de políticos profesionales de alto nivel,
ni de estrategas militares descollantes y geniales, etc., y que miraban a Inglaterra como a una nación
de otro planeta, digna de imitar y de seguir; la historia inglesa, y su
desarrollo político, económico y militar, era un paradigma maravilloso que obnubilaba
los ojos y embotaba la mente de los pensadores progresistas franceses, puro
romanticismo e ilusión teórica en hervor, en el perol de la Ilustración y del aparente “racionalismo”.
Pues todo este ardor juvenil y
estas ilusiones y emociones ‘ilustradas’
y ‘racionales’ fueron las que
socavaron los cimientos del Antiguo Régimen feudal, absolutista
y cerrado. Toda esa tendencia se sistematizó en ‘La Enciclopedia’ publicada entre 1751 y 1780 en París, haciendo un
total de 35 volúmenes, y precisamente llamada o nominada ‘Encyclopédie’ o ‘Diccionario
razonado de las ciencias, de las artes y de los oficios’ y todo este
esfuerzo intelectual progresista fue dirigido por el matemático Diderot, donde se consignaban los
escritos y ensayos de diversos filósofos y pensadores que se reclamaban ‘racionales’ e ‘ilustrados’ del momento, y que con sus opiniones e ideologías
generaron el advenimiento del Nuevo Régimen. Preconizaban los
enciclopedistas: el primado de la razón para conocer en general; la fe en el
progreso infinito; la reivindicación de la libertad humana en general, etc., y
estos principios se difundieron por todo el orbe planetario de la civilización
occidental, marcándose el inicio de la Edad Contemporánea.
Pero, aquí es necesario precisar
lo siguiente: A diferencia de la filosofía política lockeana capitalista
inglesa, que se centraba en la PROPIEDAD
fundamental y esencialmente, pues, en Francia, los filósofos políticos y
pensadores se centraban en LA FELICIDAD
del ser humano; aquí hay una pequeña gran diferencia que muchos no quieren o no
les conviene resaltar y relievar; y nunca olvidar, que el filósofo académico
inglés THOMAS HOBBES se preocupó
también por la FELICIDAD antes que
por la propiedad, como a contramano,
sí lo hizo el político y negociante John
Locke en sus conocidos y célebres ensayos, donde defendió abiertamente los
negocios y propiedades de sus colegas capitalistas. Puede leerse a Montesquieu (1689-1755), o a Voltaire (1694-1778) o Rousseau (1712-1778) quienes fueron los
líderes intelectuales de la Revolución
Francesa y podremos comprobar ampliamente lo que aquí afirmamos: La
búsqueda de la felicidad.
Montesquieu elabora una romántica tesis de la separación de poderes para la nueva República: Poder ejecutivo, legislativo y judicial, independientes
y controlándose entre sí, o los check and balance; siendo que nunca
existió dicha separación de poderes en ningún régimen político de la época en
que escribió dicha tesis Charles de
Secondat, muy al contrario: en el paradigma político inglés, no existió
nunca la separación de poderes tal como lo postulaba Montesquieu, en Inglaterra, --como lo desarrollamos en otro
trabajo--, existió ABSOLUTISMO
PARLAMENTARIO donde que el Parlamento
gobernaba sobre la monarquía, fijaba los impuestos, dictaba las leyes y además
nombraba al primer ministro que sería el titular del poder ejecutivo del mismo
parlamento capitalista.
Montesquieu fue inocente e iluso romántico ‘ilustrado’ y ‘racional’
obviamente, frente a la voracidad capitalista inglesa que generó su propio
régimen político parlamentario, como trinchera y fortaleza de dominio y de poder,
a fin de no ser controlado, ni regulado ni fiscalizado (incrementando así sus
riquezas y posesiones) por ningún poder político; iluso, muy iluso fue Montesquieu.
Voltaire fue otro romántico racional francés, que pugnaba ser el
intelectual típico defensor de la libertad
de pensamiento y de la tolerancia
religiosa, atacó los privilegios de la nobleza y del clero, pero fue
defensor del comerciante y del capitalista,
considerándolos clase o segmento útil a la sociedad, frente al parasitismo
aristocrático.
Preciso también es aclarar y
precisar: Montesquieu y Voltaire nunca fueron ‘democráticos’ en modo alguno, Montesquieu y Voltaire sólo defendían a la burguesía o al capitalismo, porque el resto era plebe ignara o populacho. Es
decir, que el esclavismo y el ciudadano pobre o el pueblo a secas, o, las grandes mayorías no tenían abogados
defensores, estaban indefensos absolutamente, porque ni Montesquieu ni Voltaire
creían en su causa justa, ni en su defensa, ni mucho menos en su valía. Cuando
ambos pensadores mencionan la palabra ‘pueblo’
se refieren obviamente a la burguesía
francesa, o mejor dicho se referían a los capitalistas
de todo tipo y rubro. Ése era el verdadero
racionalismo capitalista.
Pero, el más romántico e iluso de
todos, fue el neurótico y errabundo Rousseau,
quien delira afirmando que el poder emana y reside en el pueblo, que la
soberanía es popular y por lo tanto nacional, y que los gobernantes deben
respetar la voluntad general. Pues
esa tesis, fue usada por los astutos, sagaces y cazurros políticos, para
engañar y emocionar a las mayorías ignorantes y crédulas y llevarlos a las
sangrientas batallas, a fin de defender en el fondo, los intereses de los
capitalistas, porque al fin y al cabo: nunca hubo soberanía popular ni voluntad
general, luego de faccionadas las románticas constituciones políticas tras las revoluciones, el pueblo volvía a
su pobreza y tristeza, y los capitalistas a manejar la cosa pública y sus
intereses privados a la vez, enriqueciéndose mucho más y mejor; en general,
siempre la soberanía nacional o del
Estado era regentada y es dominio de los grupos de poderes fácticos, y sobre
todo, de las grandes corporaciones, y EE.UU., es un claro ejemplo hoy.
La revolución norteamericana es el enfrentamiento entre ingleses,
tanto los que manejaban el gobierno imperial en Inglaterra, como los nuevos
ricos en América, ingleses contra ingleses, así de simple y de sencillo, y el
tema fue económico, comercial y financiero, y nunca de libertades personales o
ciudadanas, porque los esclavos negros
enriquecían con su trabajo y sacrificio sangriento, a los ingleses ricos
hacendados de América, y lo siguieron haciendo en todo el siglo XIX casi. Y aún
sigue vivo el racismo y con hervor
en los mismos EE.UU., y con su vieja y vigente constitución de más de 200 años
históricos.
Recordemos que, muy previo a la revolución norteamericana, las trece colonias inglesas, eran emporios
de riqueza y prosperidad económica, por lo tanto: los capitalistas norteamericanos ya estaban conscientes de su poder
económico, comercial y financiero, y no iban a ceder posiciones en modo alguno,
ni a Inglaterra, ni a nadie, absolutamente, eso está sumamente claro, y es
perfectamente racional. Y esa prosperidad económica norteamericana se hizo,
usando, explotando y humillando al esclavo
negro fundamentalmente, por lo tanto, para los capitalistas norteamericanos
los DERECHOS CIUDADANOS solamente
iban a servir para ellos: los ingleses
capitalistas, pero nunca, ni jamás de los jamases, para sus negros esclavos
que los enriquecían gratis. Esto es fundamental, para poder entender la hipocresía
y la estafa de la Constitución Política norteamericana,
hecha solamente para los capitalistas
y nunca para el pueblo o las grandes mayorías, tal como rezaba la romántica e
ilusa filosofía ilustrada francesa que sirvió de ideología de fondo a la mencionada
revolución de George Washington.
Lo cierto es que, Inglaterra no
supo negociar hábilmente con sus paisanos de América, y solamente querían
imponerles impuestos, sabiendo que eran colonias ahítas de riquezas, en 1767
aumentó los impuestos la corona inglesa, pero los colonos respondieron
hábilmente: que si no tenían parlamentarios que los defiendan en Londres, no
podían pagar en modo alguno, y esta respuesta histórica, fue un punto de
quiebre, entre la corona que no supo negociar con los colonos para seguir
recibiendo sus ricos aportes en impuestos, y los colonos, recibiendo más apoyo
militar y político de Londres; los colonos
capitalistas a fin de defender sus intereses y no seguir pagando más a
Inglaterra generaron todo un ambiente bélico en América y usaron a escritores,
y agitadores políticos, que difundían la ideología de los filósofos ilustrados
franceses para generar el imaginario colectivo falso de la independencia, a fin que el pueblo ignorante y crédulo se sume a
sus filas y se convierta en carne de cañón en las terribles carnicerías
militares que vendrían luego y partir de 1773, y luego de la declaración de la Independencia (la paz se firmó en 1783),
también vino la decepción, porque el pueblo regresó a su casa más pobre y
mutilado y enfermo, y nunca fueron independientes, porque ahora el nuevo amo y
señor sería el capitalista y hacendado
norteamericano que impondría sus leyes, sus tribunales, su parlamento y sus
fuerzas armadas en contra del pueblo levantisco o quejoso.
Y para mayores pruebas, leamos lo
que dice la ‘Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América’ faccionada
por los representantes de las colonias reunidos en Filadelfia el 4 de julio de
1776:
“Cuando, en el curso de los
acontecimientos humanos, se hace necesario a un pueblo disolver los lazos
políticos que le han ligado a otro, y asumir, entre todos, los poderes de la
tierra, la situación de independencia e igualdad a que las leyes de la
naturaleza y el Dios de la naturaleza lo reclama, el mínimo respeto a las opiniones
de la Humanidad exige que declare las causas que lo han impelido a la
separación.
Sostenemos como evidentes estas
verdades: que todos los hombres son creados en igualdad y dotados por su
Creador de ciertos derechos inalienables entre los que se encuentran la vida,
la libertad y el derecho a la felicidad. Que, para asegurar estos derechos, los
hombres crean gobiernos que derivan sus justos poderes del consentimiento de
los gobernados. Que cualquier otra forma de gobierno que atente contra estos
fines puede el pueblo alterarla o abolirla para instituir un nuevo gobierno,
que tenga sus fundamento en tales principios y organice sus poderes de tal
forma que parezca más seguro alcanzar mediante él la seguridad y la felicidad…
Nosotros, por tanto,
representantes de los Estados Unidos de América reunidos en congreso general,
apelando al supremo Juez del mundo de la rectitud y de nuestras intenciones, en
el nombre y por autoridad del pueblo de estas Colonias, solemnemente declaramos
que: unidas son, y de derecho deben ser, Estados libres e independientes…”
Lo cierto es, que en términos
reales en EE.UU. a partir de 1776 se formó y erigió una República Plutocrática y esclavista, que solamente sirvió a los capitalistas que tenían todo un mundo
por explotar y enriquecerse a sus anchas, sin obstáculos, ni competidor en modo
alguno. El racismo continúa hasta el
día de hoy en los EE.UU., con igual odio y represión, y el esclavismo fue la fuente de riqueza de muchos capitalistas y
hacendados, inclusive vino la famosa Guerra
de Secesión tan brutal, cerril y violenta entre los capitalistas yanquis y
los hacendados sureños, y el tema del esclavismo
y del racismo siguió vigente por
mucho tiempo más: ¿Dios? … ¿Igualdad natural? … ¿Derechos ciudadanos? … ¿Rectitud? …
¿Humanidad? … ¿Libertad? … ¿Justicia? … nada de eso, en términos
reales, toda la felicidad fue para los grandes capitalistas y hacendados, pero el pueblo, siguió en su pobreza y
el esclavo seguía sufriendo
explotación, indignidad, humillación y muerte salvaje.
El caso francés fue diferente, su
discurso histórico y revolucionario tiene otros perfiles y otros parámetros y
ejes, y es que aquí en Francia, el tema no era de urgencia ECONÓMICA central y cardinal, porque en el siglo XVIII Francia no era una potencia industrial y
económica y financiera, como ya lo mostraba ser, la modélica rubia
Albión; e inclusive EE.UU., tenía una complexión económica totalmente distinta
y superior a la francesa.
En Francia, había sed de LIBERTAD, IGUALDAD y FELICIDAD, en
el momento pre-revolucionario y este detalle, o puertos de embarque analítico
filosófico-político, deviene en clave e importante para valorar bien, y en su
justa medida, y proporción, y peso histórico a ROBESPIERRE y a NAPOLEÓN
BONAPARTE; si no se tiene en cuenta estos grandes temas de la filosofía
política como son: la LIBERTAD y la FELICIDAD, antes que el de la PROPIEDAD, pues, no se podrá entender
bien a la revolución francesa y su
posterior desarrollo, por eso, afirmamos categóricamente que el marxismo o el materialismo histórico es insuficiente, y falla garrafalmente, para
y al analizar la revolución francesa.
Recordemos que, antes de la Revolución Francesa había crisis
económica, social y política coyuntural y no sistémica, muy grave: la monarquía
no tenía dinero, los dineros públicos lo habían malgastado, y todo; los
artesanos y los pobres campesinos estaban sumidos en la más espantosa miseria a
causa de los impuestos abusivos, y también por una secuencia de malas cosechas;
la aristocracia indolente, perversa y fatua, sólo se preocupaba de sus
diversiones y frivolidad, y además no pagaba impuestos, y dominaban al torpe
rey Luis XVI; la burguesía (clase
media) avariciosa pero débil e incipiente, quería hacerse del poder y haría
todo lo que fuese posible para ello.
El mediocre y frívolo rey Luis XVI, desesperado por la crisis
general, decide hacer pagar impuestos a los parásitos aristócratas parte de su
nobleza, y como no podía esperarse otra cosa, la nobleza protestó ardientemente, y pidieron convocatoria a Estados Generales para ventilar ese
tema, --(el parlamento siempre es la
tribuna para ventilar los negocios de los grandes hacendados y capitalistas,
siempre)--. Los Estados Generales
era el PARLAMENTO MEDIEVAL francés,
y que no se convocaba hacía siglos, y la nobleza monárquica desesperada por el
peligro de perder sus privilegios y prerrogativas, argumentaron que los ESTADOS GENERALES o PARLAMENTO era la
única institución que podía exigir el pago de impuestos a la aristocracia
francesa, obviamente que la burguesía o capitalistas
franceses incipientes vieron la gran oportunidad esperada, para buscar
hacerse del poder, destronando a la odiada monarquía, y eliminando a los
parásitos nobles monárquicos.
Los burgueses y capitalistas
franceses precarios, fueron astutos, asegurando primero, su presencia en el
parlamento, esperaron a que se reúnan los Estados
Generales en 1789, y aprovechando que tenían representación oficial, y dinero
para repartir, promovieron en las calles y plazas y medios de París, grandes
concentraciones y manifestaciones populares, la
más potente y culminante de ellas, tomó por asalto a La Bastilla el 14 de julio de 1789, asustando con todo ello, al
rey Luis XVI y obligándolo a ceder
ante los reclamos del ‘Tercer Estado’ o la burguesía
francesa, más el pueblo enardecido y agitado adrede. Precisamente meses antes
el abate Sieyés (1748-1836) había
escrito: ‘¿Qué es el Tercer Estado? Todo. ¿Qué ha sido hasta hoy en el orden
político? Nada. ¿Qué pide? Ser algo’. Y efectivamente, los incipientes capitalistas franceses, la burguesía o
clase media, es la que emergerá políticamente de una buena y abrupta vez, y
para quedarse.
Como ya estaba planificado por
los burgueses y capitalistas
franceses, una vez inaugurado los Estados
Generales y ante la presión revolucionaria, estridente y eufórica del
pueblo en las calles, convirtieron los Estados
Generales en senda y formal Asamblea
Constituyente. Y como no podía ser de otra manera, los capitalistas y
burguesía, tomaron el control inmediatamente de dicha nueva Asamblea Constituyente revolucionaria,
y como era de esperarse: abolieron ipso factum los privilegios de la nobleza, por lo tanto, la vieja
aristocracia empezaría a pagar impuestos, (los capitalistas incipientes y la
burguesía o clase media se
vengaron de la parasitaria aristocracia
tan odiada, y de paso se aliviaban a sí mismos como segmento económico, del
pago obligatorio de impuestos a la nación); asimismo eliminaron el absolutismo,
y dieron paso a la monarquía
constitucional (el rey Luis XVI
todavía estaba con vida), afirmándose que el poder residía en el pueblo
francés, proclamándose formalmente las libertades políticas. A partir de ahí
entonces, se acabó la monarquía absolutista en Francia, y los capitalistas
empezaron a manejar la cosa pública.
En este punto de la revolución francesa, empezaron los
problemas, y se abrió un nuevo capítulo por la consolidación del nuevo régimen,
y por la definición y natural competencia de las fuerzas dominantes del poder y
desde el poder: Recordemos que los Girondinos
representaban al partido de la alta burguesía o grandes capitalistas, y ellos afirmaban que la revolución había terminado y que se empiece a gobernar de una buena
vez, con monarquía constitucional
por supuesto, --(obviamente, ellos preferían el sistema inglés, y buscaban
adueñarse del parlamento y desde ahí
proteger sus intereses, manipulando al rey Luis
XVI); los Jacobinos representaban al partido de la clase media, y eran muy radicales, pugnaban por destituir al rey, e
implantar la República desechando
toda monarquía, sea constitucional o no.
Las disputas, los enfrentamientos
y peleas entre los revolucionarios, se dio hasta en las mismas calles de París,
la efervescencia revolucionaria fue muy fuerte y activa y ardiente. Y todo ello
se explica, porque no había
capitalismo fuerte y asentado y poderoso en Francia; era la clase media, enceguecida por la
sujeción del poder abierto y luminoso frente a sus ojos en forma abrupta, y por
la falta de liderazgo y de objetivos claros, de gobierno nacional y republicano.
Aquí se confirma nuestra tesis, en el sentido del acusado romanticismo iluso de
los filósofos franceses racionalistas pre-revolucionarios, que nunca pensaron
ni menos se proyectaron, sobre los objetivos del gobierno republicano en la
política nacional; y por lo tanto: los
revolucionarios franceses no sabían qué hacer con el nuevo régimen, y en su
nueva nación, a diferencia de la burguesía inglesa y norteamericana que tenían
bien claros sus objetivos y proyecciones a mano firme. Aquí el marxismo y el materialismo histórico es insuficiente para explicar este
desarrollo y punto histórico fundamental y clave de los acontecimientos.
De otro lado, las fuerzas
reaccionarias monárquicas europeas tomaron medidas inmediatas, enviaron tropas
militares a invadir Francia, con la orden de reponer al rey Luis XVI y aniquilar violentamente todo
barbecho revolucionario.
El rey Luis XVI mientras tanto, en junio de 1791, huye secretamente de
París, buscando salvar su vida y unirse a las tropas monárquicas que venían
dispuestas a reponer su régimen político absolutista, pero antes de salir de
Francia, fue detenido y llevado prisionero a París, el pueblo se llenó de
indignación y consideró a su rey Luis
XVI un vulgar traidor, este acto fallido monárquico, fue el súbito y eficaz
combustible, que encendió nuevamente las hogueras revolucionarias, las cuales
inmediatamente optaron por abolir la monarquía absoluta y constituir la nueva República.
Y precisamente, en ese bullente,
peligroso y álgido momento histórico, de candente coyuntura, es que se
descubrieron las famosas cartas del rey Luis
XVI, en las que pedía angustiosamente a los austriacos que invadan París.
El pueblo estalló de ira y asaltó el palacio real, encarcelaron y juzgaron y
guillotinaron, al torpe rey Luis XVI,
a pesar de la defensa que hicieron los Girondinos
del monarca en desgracia. Y aquí es importante establecer que los CAPITALISTAS franceses agrupados en el
partido girondino: no tenían, ni el
poder, ni la fuerza, ni la capacidad, para salvar al ícono de la monarquía
constitucional francesa, y que buscaban, para salvar sus intereses
económico-comerciales, imitando a Inglaterra.
Leamos lo que escribió en su
testimonio el abad Edgeworth, sobre
la muerte de Luis XVI:
“Los escalones que conducían al cadalso eran muy empinados. El rey se
vio obligado a apoyarse sobre mi brazo, y por el esfuerzo que parecía mostrar,
creí por un instante que su valor comenzaba a flaquear. Pero cuál no sería mi
sorpresa cuando, llegado al último escalón, le vi escaparse, por así decirlo,
de mis manos, atravesar con paso firme todo el cadalso, imponer silencio,
simplemente con la mirada, a quince o veinte tambores que estaban frente a él,
y con una voz tan fuerte que debió oírse en el puente giratorio, pronunciar
estas palabras para siempre memorables: ‘Muero
inocente de todos los crímenes que se me imputan. Perdono a los autores de mi
muerte y ruego a Dios que la sangre que vais a derramar no vuelva a caer jamás
sobre Francia’.” Con la muerte definitiva y trágica del rey Luis XVI se dio la ruptura final y
definitiva, entre la revolución francesa
y la Europa monárquica.
En abril de 1792, Francia entabló
guerra contra Austria, y después pelearía militarmente contra toda Europa. La
revolución francesa peleaba continentalmente por sus principios ideológicos, y
por defender su nuevo régimen político, y la vieja Europa absolutista
monárquica, quería aplastar y desaparecer a todo costo y costa, a la rebelde
Francia revolucionaria, y mantener sus privilegios y prerrogativas de monarquía
absolutista dominante europea.
La ejecución del rey Luis XVI fue empujada por los Jacobinos, quienes proclamaron la República, y el gran jefe y líder de
los jacobinos fue Maximilien Robespierre,
personaje polémico y controvertido, quien impuso el centralismo despótico: que
frenó, ahogó y arrinconó al hervor popular callejero, permitiendo que sus
enemigos y los capitalistas incipientes generen la contrarrevolución burguesa a sus espaldas. Durante la dictadura
republicana de Robespierre, sobre
todo en los meses de junio y julio de 1794 se dieron las ‘grandes hornadas de la
guillotina’ con juicios sumarísimos ante el Tribunal de Salvación Pública, enviándose a miles de ‘contrarrevolucionarios’
a la muerte: banqueros, girondinos, aristócratas, y cualquiera que fuere
sospechoso de conspirar contra la nueva república revolucionaria.
El Régimen del Terror se impuso, expulsándose a los Girondinos de la Asamblea, y los Jacobinos fueron los únicos gobernantes
de la nueva República. En este
punto, es bueno precisar que, Robespierre
fue otro burgués de clase media, que no tenía consignas económico-comerciales y
financieras, no era un capitalista
ni respondía a esos intereses. Robespierre
buscaba teórica y filosóficamente en lo político: la FELICIDAD de y en la República; y para ello, quería y realizó
prácticamente: la ‘LIMPIEZA POLÍTICA
REVOLUCIONARIA’, desechando a la escoria contrarrevolucionaria en su
política concreta y de Estado; su consigna y su norte teórico fue: la FELICIDAD REPUBLICANA y usó todas las
armas a su alcance para proteger y SALVAR
PÚBLICAMENTE a su nuevo régimen político. El marxismo no puede interpretar, ni analizar a Robespierre y su trascendente obra política, y hasta el día de hoy
hay polémicas serias al respecto.
Lo que buscaba Robespierre desde el poder, era
eliminar la contrarrevolución, y la
colaboración con los enemigos extranjeros de la nueva República francesa, y tuvo éxito, porque la invasión
extranjera fue rechazada, y en el interior de la Francia revolucionaria, se
eliminó todo brote o esperanza de restauración monárquica.
Pero, se dividieron los Jacobinos, y el 27 de julio de 1794 se
dio el golpe de Estado, y Robespierre terminó
en la guillotina. Los capitalistas
incipientes y otra facción burguesa
de clase media nuevamente tomaron el poder y el control político,
imponiendo al célebre Directorio,
que mantuvo como régimen político a la República,
y garantizó las libertades públicas, pero obviamente, este régimen era para
proteger a la alta burguesía o grandes capitalistas que buscaban orden y
seguridad para los negocios.
Las fuerzas reaccionarias
monárquicas europeas, no creyeron, ni menos confiaron en el Directorio, y buscaban aplastar y
desaparecer a la Francia revolucionaria;
y obviamente, los capitalistas franceses
vieron peligrar su dominio de poder y estabilidad. Es en esa circunstancia
histórica clave, que hace su aparición en el escenario universal, el ambicioso
y genial joven oficial artillero Napoleón
Bonaparte (1769-1821), justo en el momento en que los destinos de la Francia
revolucionaria y republicana: solamente se decidiría en los campos de batalla.
A partir de 1796 Francia arremetió con todo y ocupó varios Estados monárquicos
opositores, imponiendo Repúblicas parecidas a la francesa.
Napoleón Bonaparte no era capitalista, ni pertenecía en modo alguno
a esos círculos, era el típico hombre burgués, de clase media pobre, y además
provinciano y extranjero, y militar de carrera; y por cierto, encarna el
principio filosófico-político de la FELICIDAD,
más no el de la propiedad de la
predominante y liberal filosofía política inglesa del siglo XVII. En este
punto, es bueno precisar que, Robespierre fue otro burgués de clase media, que
no tenía consignas económico-comerciales y financieras, no era un capitalista
ni respondía a esos intereses.
Bonaparte buscaba teórica y filosóficamente en lo político, al
igual que Robespierre (y aquí
tenemos una constante en el desarrollo práctico de la teoría política): la FELICIDAD de y en la República; y para
ello, quería y realizó prácticamente: la defensa militar del nuevo régimen y la
imposición política republicana en Europa continental; llenando de gloria y
poder a Francia y abriendo una nueva agenda mundial republicana, como su
política de Estado.
Bonaparte se convirtió en el salvador de Francia revolucionaria, Bonaparte se convirtió en el líder
político y militar que Francia republicana esperaba: por su sagacidad militar,
y sus estrategias descollantes y eficaces, que ofrendaban gloria republicana, Bonaparte se convirtió en el hijo
predilecto de la República francesa.
Para noviembre de 1799,
aprovechando una amenaza jacobina de retomar el poder, Napoleón Bonaparte con sus leales tropas en París, derrumba al ‘Directorio’,
y ejerce personalmente el poder en forma dictatorial: el pueblo lo amaba y
respetaba, los capitalistas lo consideraban necesario para brindar orden y
seguridad a sus negocios, y el ejército francés lo idolatraba. En este preciso hecho
histórico bajo comento, se comprueba lo que habíamos afirmado ut
supra, en el sentido que Francia, tenía sed de LIBERTAD, IGUALDAD y FELICIDAD, y Napoleón Bonaparte encarnaba esos ideales franceses republicanos,
evidentemente. El discurso y las proyecciones de la revolución inglesa,
norteamericana y francesa fueron y son diferentes.
Napoleón Bonaparte hizo un gobierno descollante, poderoso y
próspero, sometiendo a muchas naciones monárquicas y estableciendo repúblicas
satélites de Francia napoleónica. Fue elegido Cónsul en 1800 y luego Cónsul
Vitalicio en 1802, y en la cúspide de su popularidad en 1804, se hizo
proclamar Emperador, y con Napoleón Bonaparte se consolidaron los
principios republicanos: se publicó el Código
Civil napoleónico en 1804, de trascendencia universal, y modelo de código
civil republicano; se estableció la igualdad
de todos los ciudadanos ante la ley, como principio republicano y luego se
convirtió en dogma constitucional; se defendió y garantizó la propiedad privada; se protegió a la institución familiar jurídicamente; y
se establecieron todos los principios que la burguesía y el capitalismo
requería y reclamaba. Además de eso, Bonaparte
se preocupó por la educación reformando todo el sistema, hasta el
universitario, sirviendo de modelo al mundo entero.
El capitalismo francés convivió con Napoleón Bonaparte y prosperó con él. Pero las fuerzas
reaccionarias monárquicas europeas, no descansaban en su obsesión de traerse
abajo a Napoleón Bonaparte y a la
República francesa, y precisamente para ello forman el Congreso de Viena (1814-1815) de donde emerge la reaccionaria Santa
Alianza, formado por Rusia, Austria y Prusia (luego se unirían Francia
y España), y después se formaría la Cuádruple
Alianza entre Rusia, Inglaterra, Austria y Prusia.
El imperio napoleónico duró
alrededor de diez años, y no duró más, porque no pudo someter a Inglaterra, ni
a Rusia monárquicas. Inglaterra no iba a permitir que Francia le arrebate su
liderazgo económico e imperialista.
Para 1814 cae el imperio
napoleónico, pero Europa se había dividido en dos grandes bandos, por un lado
los monárquicos y del otro lado, los liberales. Siendo que los liberales, estaban dispuestos siempre a
defender sus ideas con las armas en la mano, y se centraban en la idea de la ‘Constitución’: leyes fundamentales que
obliguen a gobernantes y gobernados, que se protegiese los derechos del
individuo, y se limitase el poder del rey. La represión monárquica europea fue
muy dura y brutal y sangrienta, pero el liberalismo
daría batalla por muchos quinquenios.
En el orden filosófico-político:
el capitalismo de corte anglosajón,
triunfó con su patrimonialismo lockeano, frente al concepto de la felicidad
humana republicana francesa.
Pero lo cierto es, que en el
siglo XIX otra es la historia (la burguesía logró lo que quería), estamos en el
proceso franco e indetenible del industrialismo,
es decir el capitalista se hizo mucho más fuerte y poderoso, y podía controlar
no sólo Repúblicas Plutocráticas y esclavista lockeanas, sino también a
monarquías constitucionales, al clero y a las monarquías modernas.
Lima, 29 de agosto del 2014
Jaime Del Castillo Jaramillo
Abogado egresado de la U.N.M.S.M.
con más de 20 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico
abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista,
fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado
en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la
tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro
subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado
por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos
Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos
Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento
Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia
Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.;
blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
Fundador, ideólogo y Presidente
de “Foro Republicano”
http://fororepublicanoperuano.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo