Thomas Hobbes y el Estado como
autoridad central, única y fuerte para garantizar la búsqueda de la felicidad.
Locke divide el poder central en dos (bicefalia) para debilitarlo y que el
capitalismo cogobierne siempre: Felicidad colectiva versus liberalismo
individualista
Con Thomas Hobbes tenemos a
un pensador moderno, racional, empirista, revolucionario; inteligente, elegante
y original; muy conocedor del pensamiento político que le antecedía, y
admirador de los avances científicos de su tiempo, le impresionaba sobre todo:
la exactitud y precisión de la geometría desarrollada en sus días.
En su pensamiento político se puede notar claramente la influencia de la
ciencia de su época, y con ello: se sigue en la sana filosofía política
posterior toda una corriente que apela a dicho método, el de atender y respetar
los avances científicos para usarlos en el desarrollo de la teoría política.
Con Thomas Hobbes tenemos al
pensador político que razona y filosofa certera, luminosa y magistralmente en
tiempos políticos agitados, polémicos y turbulentos, Hobbes combate ideológicamente contra muchos pensadores ingleses de
su evo, y fue Locke su más
encarnizado enemigo teórico-político. A diferencia de Locke, el sabio Hobbes no apela a los derechos naturales ni al utillaje
religioso en forma central y esencial, como sí lo hace astutamente Locke, para sorprender y disfrazar los
verdaderos y reales intereses de los capitalistas y terratenientes amigos. Hobbes muestra al ser humano en su
naturaleza: en su realidad, en sus flaquezas o debilidades y en sus fortalezas
o virtudes; y busca el justo medio --como el maestro Aristóteles había enseñado--, y cree que el hombre debe encontrar
su felicidad –vía la virtú
tal como enseñó el célebre florentino Nicolás Maquiavelo-- y que el Estado como autoridad fuerte y
centralizada debe ayudarlo a ello.
Mientras Locke pone todo su
interés y fuerza de pensamiento, en favorecer al Parlamento como suprema autoridad legal, legisferante y política, y
que se oponga al poder ejecutivo: a
fin que no imponga impuestos, ni controle, ni fiscalice, ni regule, a los
terratenientes y nobles y capitalistas
ingleses; vale decir, que Locke usa
al PARLAMENTO como contrafuerte y
muralla y fortaleza enemiga y opositora, en contra del poder ejecutivo: para frenarlo y controlarlo, favoreciendo así a
los capitalistas, terratenientes e inversionistas, de tal manera que salvaguarde,
el patrimonio y negocios y propiedades de los capitalistas. Locke quiere la BICEFALÍA EN Y DEL PODER CENTRAL: el poder ejecutivo por un lado, y el PARLAMENTO como lastre y protector y defensor del capitalismo, por
el otro lado; pues, Hobbes opta por
el camino opuesto a la teoría política de Locke:
la autoridad central, única y fuerte
para coadyuvar a la búsqueda de la
felicidad a que tienen derecho los ciudadanos en general. Aquí está el
punto nodal de lucha y combate entre la posición teórica-política de la FELICIDAD de Hobbes, contra el INDIVIDUALISMO
o Liberalismo de Locke.
Locke busca dividir al poder central, para favorecer al
capitalista y al ricachón, a fin que obtenga más riquezas y fueros, y más prerrogativas
y protección: la bicefalia
monstruosa y perpetua del poder central, que siempre postergue al ciudadano y
que siempre privilegie los intereses del capitalismo
(como se ha verificado palmariamente en la misma historia universal); mientras Hobbes quiere una sola autoridad política
central: única y fuerte, pero para garantizar que los ciudadanos puedan hallar
o buscar o pugnar, por su felicidad.
Hobbes advierte como petición de principio universal: que el
hombre es un ser social y gregario –enseñanza platónica y aristotélica—, y que
en la actividad política colectiva, debe buscar fines morales o no, pero que
satisfagan su interés y le brinde placer. Individualmente, el hombre está
perdido y puede morir por mano de otro hombre ambicioso y perverso (San Agustín ya lo había enseñado muchos
siglos antes), y lo que quiso advertir Hobbes
con ello, es que: Locke defendía al
perverso y avaricioso liberalismo
individualista, o mejor dicho, que el capitalista
(estado de guerra) es el ser perverso, ambicioso y asesino. De ahí es que nace
el odio y el combate y difamación sistemática contra Hobbes, y hasta hoy, hay pensadores o seudo-pensadores que acusan
de mala fe a Hobbes de ser el padre
del pensamiento fascista; ya en su época, a Hobbes le endilgaron malevamente: ser el padre de los ateos. El
individualismo liberal y/o el capitalismo tenían a un enemigo
poderoso en su pensamiento y argumentación racional, que los descubría y
denunciaba con toda elegancia y potencia filosófica.
Para Hobbes, el hombre es un
ser racional que se conduce guiado por sus intereses y no por cuestiones
morales principalmente, y que la búsqueda del placer es básico para entender su
conducta social y política; el ser humano busca principalmente librarse de la
muerte, y si la obediencia al poder político es un mecanismo para mantener y
salvaguardar su vida, pues obedecerá, y si dicho gobierno político le ayuda a
que busque y encuentre su felicidad por sí mismo, pues, se podrá obtener así:
la estabilidad política y social que necesita la sociedad y la nación; en esa
argumentación racional, es que Hobbes
sentó sabiamente: que el hombre será feliz, siendo sumiso y obediente al poder
político que le brinda paz y seguridad, que siendo rebelde y guerrero.
El reconocido investigador de ciencias sociales de la universidad de
Liverpool Charles Vereker expone
sistemáticamente varios temas básicos de la
Teoría Política, y de donde extraemos éstas citas que abonan la tesis que
hemos elaborado ut supra:
“La búsqueda de la felicidad por
el individuo, arguye Hobbes, exige como
condición previa para su éxito la creación de una institución política,
de cuyo mantenimiento sean permanentemente responsables los ciudadanos. Nada
pueden lograr en forma directa por medio de esta organización, pues no es
función del gobierno promover el éxito de los hombres o hacerlos felices, pero,
sin ella, tampoco pueden éstos lograr nada. El temor a la muerte es el comienzo
de la política.”
“Hobbes dedica el primer libro
del Leviatán al análisis de la
psicología humana. (…) En el caso del hombre, esto implica la introspección. De
este modo, el ejemplo de Hobbes, que él considera como caso típico, es el
mismo. ‘Quien ha de gobernar a toda una
nación debe leer en sí mismo, no a este o a aquel hombre, sino a la humanidad
…’. Este procedimiento filosófico, que es anticientífico y antihistórico
–tal como entendemos nosotros estos términos--, origina distorsiones obvias e
inexactitudes (pag. 182) en el análisis de Hobbes. Y estas desventajas, con
todo, son pequeñas si se las compara con la originalidad del intento –que fue
el primero en la historia— de describir la condición del hombre sin atribuir
algunas, o todas, sus imperfecciones al hombre mismo. (…) Pero sólo Hobbes se
basó en esta premisa para deducir una filosofía política, en vez de seguir la
tradición habitual que razonaba a la inversa.”
“Cuando Hobbes analiza los
defectos humanos no descubre la ignorancia ni el pecado, en los significados
griego y cristiano de ambos términos, sino las inevitables limitaciones de la
naturaleza humana, expresadas en el infortunio más que en el juicio errado, y
en las frustración más que en la maldad. (…) El estado de naturaleza, que de
acuerdo con toda la argumentación de Hobbes es una imposibilidad, permanece vívidamente
ante nosotros en lugar del gobierno político ordenado que crea la voluntad del
hombre en respuesta a los dictados de la razón. Todo estudiante preocupado por
Hobbes, lo haya leído o no, (pag. 183) sabe que la vida del hombre está
expuesta a ser ‘solitaria, pobre, tosca,
embrutecida y breve’. Pero, puede olvidar fácilmente la conclusión de que
esta amenaza raramente se concreta, pues en todas las épocas del hombre se ha
esforzado en emprender la acción política para evitarla.” (pag. 184)
(…)
“La conclusión importante
residía en que no podía haber satisfacción final, de modo que el proceso de
adquirir diversos tipos de poder, o de medios, para asegurar las satisfacciones
presentes y futuras, era permanente.” (pag. 185)
(…)
“Este temor a lo desconocido,
que para Hobbes es la característica propia de la religión constituye, junto
con la razón, un factor que contribuye a impedir que el hombre, en sociedad,
caiga en los peligros de la desobediencia.”
(…)
“Evitar la muerte, adquirir los
medios para lograrlo y proveer a su subsistencia, constituyen la principal
preocupación del hombre. Dentro de las circunstancias en que le toca vivir, es
libre de dar todos los pasos que la razón recomiende para lograr tales fines,
esto es, los pasos adecuados para ello. No hay nada que se base en fundamentos
morales. En teoría, el hombre no es responsable de sus actos, y no hay valores
intuitivos o verdades reveladas que limiten lo que Hobbes llama a menudo sus
derechos, con lo cual quiere significar el ejercicio de su poder para
asegurarse la supervivencia lo más efectiva y prolongadamente posible. De este
modo la virtud, dentro de esta concepción de la vida ajena a la moral, se
convierte, al igual que en Maquiavelo, en una especie de aptitud para la
supervivencia, en la eficaz adaptación a las condiciones probada por su éxito.”
(pag. 186)
(...)
“El problema de la vida social
se plantea por el simple hecho de que existan simultáneamente otras personas de
carácter similar. Los azares de la vida aumentan infinitamente en un universo
difícil y peligroso, de modo que la inseguridad se convierte en la regla, y la
felicidad es mínima. (…) Para Hobbes, como para San Agustín, el hombre
abandonado, a sus propias fuerzas, está irremediablemente perdido, es una
criatura caída, condenada por el pecado o por la naturaleza a una existencia
imposible. Pero, acompañado, puede salvarse, y aun cuando no sea posible
eliminar las dificultades de la vida, pueden, sí, modificarse en alta escala.”
(pag. 187)
(…)
“Es cierto que el control político
se ejerce en última instancia por la fuerza, pero no simplemente por medio de
la fuerza justificada especiosa e inmoralmente, como Marx quiere hacernos
creer. La teoría política de Hobbes trata de justificar el poder político
sosteniendo que éste se halla autorizado, para usar su propia expresión. La
alianza que de este modo une a los individuos separados en un cuerpo político
es una afirmación constante, aunque muy inarticulada, de un propósito
concurrente, que se traduce por el mantenimiento del Estado y se refleja en la
obediencia racional a la ley. (…) En la teoría de Hobbes hay una necesidad
psicológica que lleva al individuo a perseguir la felicidad. En ambos casos, es
más feliz en la sumisión que en la rebelión.” (pag. 189)
(…)
“En verdad, podía haberse
excusado a Hobbes si hubiera afirmado que la discordia religiosa era excesiva
en el siglo XVII y debía ser controlada en interés de la paz. El suyo, sin
embargo, era un caso universal. La
uniformidad sólo puede imponerse efectivamente por el poder civil. Por eso, aun
la revelación divina debía ser refrendada por un ministro responsable. Dios se
había convertido en un monarca constitucional, que reinaba pero ya no
gobernaba.”
“Hobbes, pues, fue mucho más
allá que los teóricos de la ley natural al secularizar completamente la
sociedad dual de la Iglesia y el Estado, aunque subsistieran importantes
vestigios de la distinción entre las dos esferas de la compulsión legal y la
libertad individual. El énfasis recaía en el aspecto negativo; la misión del gobierno
era impedir el caos y no producir directamente la felicidad. Pero como Hobbes
se interesaba por la obtención de resultados dentro de una situación que
contenía una permanente amenaza de caos, y dado que esos resultados dependían
de sanciones efectivas en este mundo, el gobierno soberano que la fuerza
comunal erigía en su protección a título exclusivo se convertía por ello en el
guardián, el intérprete y el promulgador de todos los valores morales, fueran
éstos seculares o religiosos.” (pag. 190)
(…)
“Este punto de vista domina su
tratamiento de lo que llama, engañosamente, ‘leyes
naturales’. Éstas no son normas morales a cuya luz puedan juzgarse los
actos políticos, sino reglas generales de conducta, descubiertas en la
experiencia por la razón y en cuyo cumplimiento sólo puede confiarse al igual
que con la alianza social, cuando son confirmadas e impuestas por el gobierno
civil. El ejemplo típico de estas reglas de conveniencia, ‘que los hombres cumplan con sus compromisos adquiridos’, cuya
efectividad Hobbes consideraba imposible sin coerción, puede compararse con la
versión de Locke del mismo precepto: ‘Pues
la verdad y la lealtad pertenecen a los hombres como hombres, y no como
miembros de la sociedad’.”
(…)
“Este enfoque sin perspectiva
histórica también afecta las concepciones de algunos de los pensadores
utilitaristas que siguieron los pasos de Hobbes. La idea de que la sociedad
organizada soporta una permanente tensión entre las tendencias centrífugas de
sus componentes y el impulso centralizador del poder político, tiende a
sobreestimar la fuerza y la autoridad requeridas por éste para conservar la
existencia de una sociedad histórica. En particular no (pag. 191) toma en
cuenta el papel que desempeñan las costumbres y el hábito, como tampoco la
prolongada vida y la influencia de las instituciones sociales distintas del
gobierno. Este defecto de la teoría de Hobbes fue reparado en el siglo
siguiente por Hume y Burke. El mismo Hobbes veía que la posesión de poder
político no implicaba necesariamente su ejercicio, así como la posesión de
riqueza no significa disfrute. Pero no extrajo la conclusión de que,
posiblemente, sea necesario mucho menos poder para lograr sus fines.”
“En segundo lugar, comparada con
la versión de Locke, Hobbes usa metafóricamente la expresión ‘alianza’ o
‘contrato’ para sugerir que los hombres no tienen, por su naturaleza, intereses
comunes; pero, la conclusión a que arriba su argumento es que comparten una
preocupación común de enorme importancia: el mantenimiento de la sociedad
civil.”
(…)
“Al patrón histórico cambiante
del pensamiento político, Hobbes agregó un nuevo tema original. O sea: que
además de la ignorancia y el pecado, el hombre se halla obstaculizado por las
contradicciones de su propia naturaleza y por sus consecuencias sociales. De
esto no puede responsabilizarse a nadie (pag. 192), pero todos deben cooperar
para remediarlo. ‘Todo cuanto es
NECESARIO para la salvación está contenido en dos virtudes: fe en Cristo y
obediencia a las leyes. Esta última, si fuese perfecta, bastaría’.” (pag.
193), ‘Capítulo IV. La Felicidad’ en ‘El Desarrollo de la Teoría Política’,
editorial Universitaria de Buenos Aires EUDEBA, versión castellana por Néstor
Míguez, Argentina, 349 pags., 1961.
Thomas Hobbes es un hito y monumento basal y cardinal del
pensamiento político moderno, su tesis del Estado como autoridad central, única
y fuerte, para garantizar la búsqueda de la felicidad general: fue atacado
sañudamente, no les convenía a los grupos
de poder fáctico de la época (y también a los de ahora), que el poder
central y sus políticos tengan fines morales de búsqueda de bienestar y
felicidad para todos los ciudadanos: La Iglesia
Católica y sus nuevas hermanas, --las iglesias nacionales--, y a las iglesias
protestantes, y a otras confesiones religiosas del siglo XVII tampoco les caía
en gracia el pensamiento hobbsiano: porque perderían poder, riquezas,
manipulación e influencia, si el poder
civil y político central y único, asume la responsabilidad de coadyuvar al
paraíso terrenal o la felicidad general civil y ciudadana; igualmente: el
capitalista, el terrateniente e inversionista, etc., veía como gran peligro que
el ciudadano logre la felicidad y deje de ser mano de obra barata o esclavo, al
servicio del capitalismo naciente.
Locke divide el poder central en dos, privilegiando al Parlamento (la bicefalia republicana
plutocrática y esclavista) para debilitarlo y que el capitalismo cogobierne
siempre (y esta tesis política es la que triunfó y se estableció, para mayor
gloria y riquezas y poder global del capitalismo, como ahora se verifica
ampliamente): Felicidad colectiva
versus liberalismo individualista.
El debate continúa: por nuestra parte, consideramos que tenemos que
pugnar en Perú por la Segunda República
optando por la teoría política de la felicidad
general de los repúblicos, y combatir al liberalismo individualista, perverso y
apátrida.
Lima, 14 de agosto del 2014
Jaime Del Castillo Jaramillo
Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 20 años de ejercicio
profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20
años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa
radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en
radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano
insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado
internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de
Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la
tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
Fundador, ideólogo y Presidente de “Foro Republicano”
http://fororepublicanoperuano.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
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