Antigua cultura pianística norteamericana se refinó y
lució con el Harlem Stride Piano
Música cubana
también fue educada en la escuela europea tal como el pianista norteamericano,
de ahí la gloria y el liderazgo universal de ambas. Historia del Jazz. Parte XXIII
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
En verdad
de verdades, el jazz de los años 20’
y 30’ era música de espectáculo y muy hambriento y necesitado de público numeroso;
ese jazz era pletórico de tretas y recursos musicales siempre novedosos y por
cierto efectistas, a fin de mantener alegre, entretenido y satisfecho al
respetable; pero, hablemos claro, el Jazz
para la gente blanca, necesitaba de esos recursos efectistas musicales
antes mencionados, era la compensación o el contrapeso por no contar o no tener
la gracia y el genio del arte negro en su jazz de salones decentes y lujosos y
para los racistas blancos en puridad de verdad, los mismos a quienes les
gustaban buenos espectáculos musicales y por cierto que gozaban y tenían fuerte
capacidad adquisitiva para gastar en grande, exigiendo espectáculos musicales
de primer nivel.
Es por eso,
que muchas de las veces, el alarde y la alharaca o el oropel epidérmico musical,
podía sobrepujar a la esencia misma del jazz; por eso, en alguna oportunidad el
gran maestro Duke Ellington dijo
que: “cuando
yo comenzaba mi obra, el jazz consistía en la espectacularidad”, es
obvio que el jazz para los elegantes
salones de gente blanca, necesitaban de boato, esplendor y bambolla; es por eso
que, en oposición y a contrapelo de esa pompa, gala y postín jazzístico de la
gente blanca, pues, el Harlem Stride
Piano va a brillar, va a diferenciarse, va a distinguirse y a crecer más
nítido, rápido y en olor de popularidad,
pero sobre todo, crecerá y se consolidará en profesionalismo, vale decir, la mediocridad, la superficialidad y
el ‘chiveo’ no estaban en el
diccionario de los grandes pianistas del Harlem
negro.
El Harlem Stride Piano, sustancial y
cardinal y directamente, fue una respuesta profesional, sarcástica y musical,
en contra de la descarada, abusiva y poderosa discriminación racial, cultural y social, proveniente no solamente
de la gente blanca, sino también, de los propios negros del Harlem culto y clase media alta.
Además, esa discriminación racial de rostro fiero y
crispado y exacerbado, se convirtió en más brutal y desalmado y perverso con la
terrible y grave recesión económica
y crisis financiera de los años 20’ y 30’. Los obreros negros y los negros en general, no recibían el mismo
salario o sueldo que los obreros y trabajadores blancos, eso está debidamente
consignado en la historia y debidamente probado y comprobado. La vida se volvió
gris, dura y ruda para el negro en
esa álgida y coyuntura cultural, política y económica y la música por cierto,
era su bálsamo y su paraíso de libertad.
Los
maestros y genios creadores del Harlem
Stride Piano inteligentemente, también hicieron uso de la espectacularidad,
de la que hacían gala los jazzistas de los salones elegantes para gente blanca,
precisamente, uno de los más grandes exponentes de este estilo, fue el gran
maestro del swing y célebre músico del Harlem
Stride Piano: Fats Waller o
Thomas Wright Waller, quien naciera en el mismo barrio de Harlem y fue hijo de un pastor bautista, precisamente aprendió a
tocar el órgano y el piano, influenciado por su progenitor. Fats vio la luz de este mundo, un 21/5/1904, en Nueva York y fallece un 15/12/1943 en Kansas
City.
El gigante
Fats Waller, era una afinada máquina
artística y muy sorprendente, al momento de mostrar su gran talento musical, el
mismo que cautivaba, emocionaba y arrebataba a su público, en suma, un showman
de lujo y antología; en verdad de verdades, el genial maestro pianista Fats Waller todavía no ha sido superado
por otro músico de jazz, ni ayer ni
ahora y se le ha regateado los honores y las dignidades correspondientes; Fats Waller es un gigante de gigantes
del jazz, pero, sea por racismo, sea por odio, sea por envidia o sea por
ignorancia, no se le ha dado, ni reconocido, el verdadero y altísimo sitial que
le corresponde en la áurea historia del Jazz. No se equivocan en modo alguno,
los que afirman que el espectacular Fats
Waller solamente es comparable al legendario Louis Armstrong.
El Harlem Stride Piano no solamente asumió
el sugestivo modo de la espectacularidad del jazz oficial y de la gente blanca
de la poderosa New York, sino que
puso en el corazón mismo, de su nuevo estilo y ritmo musical, a su antecedente
directo, el ragtime pletórico de
alegres, saltarinas y decidoras síncopas y a todo ello, se le adicionó
múltiples recursos y técnicas pianísticas que enseñaron y fijaron los grandes
maestros pianistas, que van, desde Jelly
Roll Morton o Earl ‘Fatha’ Hines,
hasta los geniales pianistas de la música clásica. Obviamente, que con todos
esos elementos, técnicas, métodos y recursos musicales antedichos, el producto
final, denominado Harlem Stride Piano,
devino en un bellísimo estilo de congruencia y naturalidad orquestal y
pletórico de calidad pianística virtuosa, original y compleja.
Repito, el Harlem Stride Piano fue una clarísima y
nítida respuesta del jazz popular y
en contra del jazz oficial o de los
salones de lujo, a la usanza de la pudiente gente blanca de New York; es más, así y en ese sentido,
lo reconoció y sentenció expresamente, el gran maestro pianista James P. Johnson, cuando reveló que los
orígenes del tantas veces mencionado Harlem
Stride Piano, se enclavaron y fructificaron en los linderos bien demarcados
de la enconada disputa cultural, racial y social antes mencionada y por cierto,
muy bien aceitada, por la exigente y elitista competitividad musical en la ruda y materialista ciudad de Nueva York.
Fue el piano, el instrumento musical más
completo y complejo y ahora convertido, en la principal herramienta o privilegiada
arma de guerra musical, a fin de cruzar espadas, en sendas y lucidas batallas
musicales de la mejor antología del Jazz neoyorkino. Es de mal gusto o de baja
cultura o ignorancia supina, que se acepte o se aplauda a un pianista
procedente de Harlem que sea
mediocre o regular, toda vez que históricamente, de Harlem nacieron los más grandes pianistas de EE.UU y del mundo
entero en materia de Jazz y la escuela está ahí, y se debe mantener y preservar,
no admitiendo a pianistas mediocres o mancos de la mano izquierda, tal es el
caso del pianista Eddie Palmieri que
ha sido premiado con Latin Grammy
por obras de Latin Jazz cuando ese
pianista de Harlem no le llega ni a
los talones, al más ínfimo y último de los grandes pianistas jazzísticos de Harlem. La ignorancia es atrevida.
Nunca y en
ningún Estado de la patria de Abraham
Lincoln, se usó el piano con la
intensidad, originalidad y profusión que en New York; nunca y en ningún Estado de la Patria de Benjamín Franklin, se ejecutó
musicalmente el piano con tal preciosismo, técnica, complejidad y
calidad, como lo hicieron los señeros y grandes maestros de las blancas y las
negras de la Gran Manzana y en
específico en el Harlem negro, nunca.
Los
originales, patrones y gigantes maestros pianistas de Nueva York, obtuvieron su alto nivel y calidad y reconocimiento
universal, porque el pianista formado, educado y forjado en la Capital del
Mundo, se moldeó de acuerdo a las rígidas y rigurosas enseñanzas del método, del
sistema y del estilo europeo, donde
la música clásica era el cielo y el
paradigma.
Ahí está
el secreto pues, para comprender y
apreciar, en su real dimensión, calidad y magnitud, a los grandes pianistas de jazz de la Gran Manzana y de Harlem en específico; luego, esa
escuela pianística fue aplicada para el género de la salsa en los años 70’, (en
algunos casos), en New York, pero
con el antecedente directo, de los
paradigmáticos pianistas cubanos
formados y educados también, en la misma norma básica de escuela europea musical; por eso mismo, la música cubana es la matriz señera, para lo que después se llamaría
salsa en New York a partir de los años 70’. (La verdad es que, Salsa no es otra cosa que música cubana mal y peor ejecutada en New York y en otros lugares llamados ‘salseros’).
Y es que, en
verdad de verdades, los ciudadanos de Nueva
York, --sean de raza blanca o negra--,
normalmente estaban acostumbrados a escuchar a buenos pianistas llegados de diferentes partes del mundo, además de los
mismos tecladistas norteamericanos; la cultura
pianística norteamericana es tan antigua como la nación misma, es parte
natural de su formación artística nacional, por ello mismo fueron y son grandes
fabricantes del piano desde el siglo XIX; en New
York se escuchaba buen piano, ya
sea en los conciertos, ya sea en los cafés, ya sea en los teatros. Su cultura pianística, es también es tan
poderosa como su economía nacional, indudablemente y ahí está su solidez y
presencia como bastiones de la civilización occidental. El buen arte es el termómetro fundamental, para
medir el nivel de civilización de las naciones y por cierto el Jazz norteamericano es su creación
nacional y el mejor del mundo y desde hace décadas, hasta la fecha.
(Fin de la parte XXIII)
Lima, 30 de
octubre del 2016
Jaime Del
Castillo Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
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