Rusia Zarista, sin tradición de parlamento liberal, incubó revolución
de odio, no por acción del marxismo, ni de teoría política alguna, sino por
imperativo de la historia misma
Mientras el Japón Meiji, --a fines del siglo XIX--, en un gran reflejo
colectivo, --de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba--, y de gran
espectro nacional y patriota, se enrumbaba hacia la revolución económica-política
y militar, en forma franca, firme y segura, hasta y para, convertirse en
potencia mundial; pues, en la Rusia continental zarista, las cosas públicas
recién empezaban a moverse, hacia cambios espantosos, profundos y horribles: el
Imperio de los Zares y el pueblo ruso en general, nunca habían conocido
revolución burguesa alguna, ni mucho menos hubo, el despliegue de ideas
liberales; sus condiciones económicas, sociales, políticas y culturales, no
daban espacio para burguesía o liberalismo alguno, en tal virtud el PARLAMENTO liberal nunca existió con
tradición, absolutamente; y en tal razón, el discurso, el argumento, y el río
de la historia para hacerse los cambios efectivos e intensos y trascendentales,
tenían que discurrir por otro canal y con otros argumentos y por otra praxis,
--con respecto a la historia occidental, y a las teorías políticas europeas--,
y así fue. El marxismo se equivocó
palmariamente también, en sus análisis dizque científicos, del ‘materialismo histórico’, en cuanto a
la realidad rusa.
Japón Meiji, convertido en potencia mundial, y con voracidad
imperialista, --a inicios del siglo
XX--, buscaba y necesitaba materias primas que no tenía, y las requería, para engullir y procesar y para mover sus maquinarias del progreso y el desarrollo sin fin, y en esa lógica fue que entró en guerra contra la madre Rusia. Para 1905, Japón venció a la armada zarista, --cuatro pequeñas islas, vencieron al gigante y pesado oso ruso continental—, haciéndoles firmar un tratado de paz, por demás humillante. Japón industrializado, propinó providencial y sonora cachetada, que despertó de muy mala gana y peor talante, al gigante ruso, con resultados de pronóstico reservado.
XX--, buscaba y necesitaba materias primas que no tenía, y las requería, para engullir y procesar y para mover sus maquinarias del progreso y el desarrollo sin fin, y en esa lógica fue que entró en guerra contra la madre Rusia. Para 1905, Japón venció a la armada zarista, --cuatro pequeñas islas, vencieron al gigante y pesado oso ruso continental—, haciéndoles firmar un tratado de paz, por demás humillante. Japón industrializado, propinó providencial y sonora cachetada, que despertó de muy mala gana y peor talante, al gigante ruso, con resultados de pronóstico reservado.
El imperio zarista, era
económicamente arcaico, --agrícola básicamente--, y con industria por debajo de
sus posibilidades, casi de adorno; políticamente, el Imperio de los Zares: era
de novela, puro lujo, frivolidad y ensoñaciones, y acartonamientos religiosos
fatuos; políticamente y en lo material: era el salvajismo y la brutalidad pura
y nuda, del absolutismo y del privilegio sin tasa ni medida; la impiedad hecha
carne y huesos; la vesania aplicada en dosis crónicas, y todo en contra de su
noble, ignorante y crédulo pueblo, el mismo que vivía, secularmente sumido en
la miserable servidumbre de horca y cuchillo, por los poderosos y malvados
señores feudales, dueños de todo el continente ruso, un cuadro patético,
sangriento e inhumano por demás.
Era absolutamente imposible,
racionalmente inadmisible y lógicamente inviable, que pueda subsistir parlamento liberal alguno, en esas
condiciones, en la Rusia Zarista, tampoco existían partidos políticos, y la
burguesía mercantil e industrial era ínfima, casi de juguete. Precisamente, la
inexistencia del Parlamento Liberal
es lo que facilitó el desencadenamiento próximo REVOLUCIONARIO; porque a decir verdad, el parlamento liberal es el arma fundamental de la defensa de los
intereses del capitalismo; el parlamento
liberal es el títere colorinche, gracioso y efectivo, que engaña y estafa y
entretiene a los pueblos ignorantes, para que sigan trabajando y trabajando y
mal pagados, mientras se enriquecen a baúles llenos los grandes titiriteros del
capitalismo mundial, esa es la
realidad comprobada, --y tal como lo desarrollamos en otro trabajo, el
socialismo marxista hizo alianza proditora con el capitalismo vía el parlamento,
para seguir engañando a la masa trabajadora europea--: y dicha realidad
política rusa, es la que captarían, estudiarían y evaluarían, sus intelectuales
y políticos, que promoverían la futura revolución de 1917; entonces, lo que hicieron
los políticos revolucionarios con Lenín
a la cabeza, fue explotar al máximo, las patéticas y terribles condiciones
sico-sociales, culturales, económicas y políticas seculares del odiado y
mediocre régimen zarista: los polos de vida-muerte, odio-amor,
esclavitud-libertad, hambre-asesinato, eran puntos de ignición, que bastaba
solo y simplemente activarlos, para que explote el barril de pólvora
continental ruso. No era cuestión de ideologías, --era un pueblo profundamente
ignorante--, no era cuestión de aplicar el
marxismo o el leninismo, porque
a ojos vistas, la REVOLUCIÓN VIOLENTA
estaba a flor de piel, solamente bastaba frotar la lámpara mágica, y brincaba
automáticamente la sangre, y reventaban los huesos, y la orgía sin fin de odio,
venganza, locura y anarquía, se desbordaría y manaría inconteniblemente hasta
el paroxismo … y eso fue lo que pasó con la revolución rusa, como lo
evaluaremos en otro envío.
Para que quede muy claro, leamos
lo que escribió el primer ministro Sergio
Witte, del Zar Nicolás II o «Nicolás el Sanguinario», en la obra ‘De
las memorias de Witte’, cuando dice lo siguiente, del semidiós jefe
zarista:
“Su majestad no soporta cerca de
sí a ningún individuo que considere más inteligente o que tenga opiniones distintas
a las de su camarilla imperial. El Zar no siente miedo más que cuando la
tormenta cae sobre él. Pero, una vez que el peligro inmediato ha pasado, su
temor se desvanece. Es incapaz de jugar limpio. Cuando yo hablaba de la opinión
pública, el Zar me interrumpía con frecuencia encolerizado: ‘¿Por qué tengo que
preocuparme por la opinión pública?’. El Zar se imaginaba que todo el pueblo,
excepto los intelectuales, le era fiel.”
Recordemos que, la cercanía de la Rusia zarista a la Europa
liberal y capitalista industrial, adelantó los cambios trágicos, violentos y
sangrientos; de no ser así, otro sería el discurso histórico del gran
continente de León Tolstoi. Por sus fronteras europeas ingresaban las ideas
revolucionarias a la madre Rusia, lográndose formar dos frentes políticos, por
un lado los liberales que aglutinaban a los pocos burgueses y a los nobles de
ideas progresistas, los mismos que querían instaurar un régimen parlamentario
liberal, en calco y copia de la Europa capitalista vecina. Y, por otro lado, estaban
los que querían liberar, a las grandes masas campesinas, de la miserable e
insoportable servidumbre, éstos políticos eran los revolucionarios.
Recordemos también, el fatídico ‘Domingo
Rojo’, o la Tragedia de Jodynka, el Domingo Sangriento, cuando un 22 de enero
de 1905, los sufridos, crédulos e ignorantes pobladores de San Petersburgo, concentrados en una gran masa, decidieron ir hasta
el palacio de invierno, de su Zar Nicolás II (1868-1918), simplemente
para rogarle, que terminen sus miserias y sufrimientos, y marcharon
pacíficamente, hombres, mujeres, ancianos y niños, entonando cánticos
religiosos, portando velas y pañuelos, y muchas ilusiones y buenos
sentimientos. Y llevaban el mensaje siguiente:
“¡ Zar !, nosotros, obreros de la
ciudad de San Petersburgo, hemos venido a ti con nuestras mujeres, nuestros
hijos y nuestros ancianos padres, a buscar justicia y protección. Rompe el muro
que te separa de tu pueblo. Rusia es demasiado grande para que los funcionarios puedan gobernarla
solos. Es preciso que el pueblo les ayude: solo él conoce sus verdaderas
necesidades. Por todo esto, ordena que las elecciones para la Asamblea
Constituyente se lleven a cabo mediante sufragio universal, secreto e igual. Ordena
y jura cumplir nuestras peticiones. Si no respondes a nuestras súplicas,
moriremos en esta plaza, delante de tu palacio.”
El Zar Nicolás II, --mal aconsejado por sus asesores--, encolerizado e
iracundo, dispuso que la guardia real, ataque y ametralle, salvaje y brutalmente,
y sin contemplaciones a sus súbditos, y quedaron regados sobre la fatal
alfombra nívea, más de mil cuerpos exánimes y masacrados, coloreando de sangre,
la blanca nieve real. Esta cobarde, innecesaria y feroz matanza, impactó sobre
toda Rusia, y prendió la insurrección por las principales ciudades, y, en
legendario puerto de Odessa, los
marineros, --hijos del pueblo--, se sublevaron, y pasaron a cuchillo a todos
los altos oficiales, --todos miembros de la nobleza rusa zarista--, fue la
gesta sangrienta del acorazado ‘Potemkin’.
Solamente el pánico, temor y
angustia, del sanguinario Zar Nicolás II,
provocó que con mano temblorosa, firme el comunicado, donde autorizaba la
convocatoria de la Duma (asamblea
representativa). Lo que se verificó en mayo de 1906, donde fueron electos por
mayoría, parlamentarios liberales, pero, obviamente, que dicho parlamento tenía
que fracasar irremisiblemente, porque ni el imperio zarista, ni mucho menos,
los despóticos y enriquecidos señores feudales y nobles terratenientes, iban a
permitir en modo alguno, cualquier poder sobre sus cabezas y brazos con látigos;
la democratización no la dejarían enraizarse bajo ninguna circunstancia, en
cualesquiera forma, en términos radicales.
Tanto fue así, que en la primera
oportunidad, en que el parlamento o Duma,
presentó una serie de proyectos, de tinte progresista al Zar Nicolás II, pues, de un firme plumazo, el emperador furioso,
ordenó su disolución inmediata. Se permitieron dos Dumas más, pero fracasaron, el primer ministro Witte, cedió el puesto a Stolypin,
quien dio cierto respiro, por algún tiempo, a la dinastía Romanov, pero iguales fueron los resultados, asesinaron a Stolypin los esbirros del temible Rasputín delante del mismo Zar Nicolás II, y la suerte estaba
echada, la HISTORIA le tocó la campanada
final al Imperio Zarista; y Lenín, venía
mordiendo los talones del viejo sistema político despótico.
Queda claro entonces, que no
había más camino, no había otra ruta, no había otra solución, que la violencia
extrema en grado de locura o neurosis patológica colectiva; el embudo político
zarista y feudal estaba ahí, firme, brillante y concreto, y la salida o
solución al nudo gordiano, no era otro que la revolución violenta, y eso fue lo
que se verificó, solamente bastaba un
político tenaz, estratega y elocuente, para llevar de la mano a Rusia a la
revolución enloquecida de venganza, odio y destrucción sin fin. El mérito
entonces, no es del marxismo, ni de
teoría política alguna; o, era Lenín
o era otro líder, pero la Rusia Zarista tenía que incendiarse y caer en la
anarquía revolucionaria sangrienta, tarde o temprano, más fue temprano que
tarde, como lo veremos.
Con la llegada de la Primera Guerra Mundial, y la
participación de las fuerzas armadas zaristas, y su posterior derrota y
desastre, se cierra el círculo final, y llegó su hora fatal y letal, para la
destrucción brutal, sangrienta y feroz de la administración zarista, el
imperativo categórico histórico, estaba más que escrito, y simplemente se
cumplió. La burguesía no tuvo nada
que ver, el marxismo no tuvo nada
que ver, el liberalismo tampoco tuvo
nada que ver, la teoría política no
tuvo nada que ver; la HISTORIA ya
había sentenciado al imperio zarista a desaparecer, y de la peor forma y manera;
y simplemente, la omnisciente HISTORIA,
sepultó al sistema político arcaico y esclerótico y estúpido de los Romanov; y el tifón de la historia se lo llevó todo, y llegó otro
sistema también cerrado y no menos despótico, pero así tenía que ser, porque no
había condiciones económicas, sociales y culturales para otra cosa.
Lima, 14 de octubre del 2014
Jaime Del Castillo Jaramillo
Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 20 años de ejercicio
profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20
años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa
radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en
radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano
insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado
internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de
Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la
tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
Fundador, ideólogo y Presidente de “Foro Republicano”
http://fororepublicanoperuano.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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