HELMUT PLESSNER Y JÜRGEN HABERMAS SOBRE LA NECESIDAD DE
AUTORIDAD POLÍTICA PARA LIBERAR VIOLENCIA POR RAZA Y SANGRE Y POR EXCENTRICIDAD:
EL DECISIONISMO POLÍTICO APLASTÓ Y SUPERÓ AL MARXISMO COMO ENGENDRO FILOSÓFICO
ROMÁNTICO ALEMÁN AL REVÉS
Helmuth Plessner nació en Wiesbaden
(Alemania) el 4 de septiembre de 1892, su progenitora fue cristiana y su padre
médico judío. Estudió zoología y biología en las Universidades de Heidelberg y
Berlín.
Para 1914 se traslada a
la Universidad de Göttingen para estudiar fenomenología con el riguroso
filósofo Edmund Husserl.
Plessner es un reconocido filósofo y sociólogo alemán y
uno de los fundadores de la "Antropología
filosófica".
Entre 1920 y 1933 dicta
cátedra en la Universidad de Colonia siendo un momento decisivo para su evolución
intelectual y en ese contexto publica sus obras “La unidad de los sentidos” y “Lineamientos
de una estesiología” (1923), que fueron el corpus de la más importante de
sus obras: “Los estadios de lo orgánico
y el hombre. Introducción a la antropología filosófica” (1928).
Para 1933 abandona
Alemania y con la ayuda de Buitendijk
reside en 1934 en Groninga (Holanda) donde pasó como refugiado durante la
ocupación alemana y su condición de medio judío le salvará de seguir el destino
de muchos judíos holandeses.
Para 1946 ya es
catedrático de filosofía de la Universidad de Groninga y durante su exilio
holandés escribirá dos libros fundamentales: “El destino del espíritu alemán al final de su época burguesa” (1935)
y “La risa y el llanto” (1941).
De 1953 a 1959 fue director
de un famoso instituto de sociología alemana y desde ahí ha quedado establecido
como el sociólogo que afirmó la excentricidad del hombre en el mundo, vale
decir que el ser humano es el único animal capaz de trascender a su propio
cuerpo.
Plessner desarrolló una Antropología Filosófica y una Antropología
Biológica que pueden considerarse magistrales para interpretar la naturaleza
humana: la vida se expresa a ella misma, vale decir que tiene sus códigos,
pulsión y reacciones fundadas en la naturaleza humana y no en seres etéreos o
metafísicos, y parte de esta expresión se realiza en términos de formas de vida
sensibles, vale decir el imperio de los sentidos, emociones y tendencias.
La vida se expresa a ella
misma a través de los sentidos: los sentidos le otorgan a la vida el material a priori constituyente de la percepción
o visión o comprensión del mundo (destroza así Plessner el idealismo cognitivo de Kant, y desaparece el filosófico a priori y las categorías e intuiciones producidas por la subjetividad trascendental kantianas
como filtro por el cual el hombre ordena las experiencias del mundo).
Vale decir: los sentidos
son las cualidades formales que nos hacen conscientes a priori - condiciones por las cuales experimentamos cosas -, condiciones
tales como el tiempo, el espacio, la causalidad, las leyes de la física y el
número, y, cómo nosotros podemos conceptualizarlas como cualidad ínsita al ser
humano, a la vez que podemos concebir y conceptuar la naturaleza física de
nuestro ambiente o hábitat, a través de nuestro crecimiento e interaccionando
en ese ambiente.
Desde Husserl y Scheler, el filósofo y antropólogo Plessner adaptó la idea de la intencionalidad de la conciencia
lejos de un ego trascendental o la percepción y en su lugar coloca los motivos del comportamiento (en el
sentido más amplio del término) de los organismos interactivos del medio
ambiente como una realización de límites que representan el lugar donde los
impulsos o el crecimiento del organismo se reúne con el mismo, para Plessner la intención de la conciencia
está realizada en el acto del auto-posicionamiento, vale decir que el ser
humano tiende a copar su medio ambiente, a dominarlo, a internalizarlo en sus
medidas y concepciones y emociones, se puede hablar del auto-posicionamiento
telúrico-económico y ambiental socio-cultural-político.
Hay ámbitos de la acción
humana y su entendimiento que definen la conciencia y que al mismo tiempo son
la conexión en y con el mundo material de la naturaleza, vale decir que el
hombre busca ampliar los aparentes límites que le presenta su entorno, y los
supera porque encuentra y ubica varias formas de retroalimentación con el aludido
entorno poliédrico, el ser humano tiene la habilidad de expresar muchas
preferencias intencionales con respecto a su entorno: He ahí su excentricidad.
El ser humano es
consciente de su capacidad para superar los límites y sabe que puede superar la
presión de dichos límites de su entorno, el ser humano descubre que guarda
dentro de sí una variedad de intencionalidades que puede liberar y poner en
ejecución para superar dichos límites: la expresión del ser humano es ilimitada
para superar los aludidos límites de su entorno.
Los seres humanos
alternamos entre una intencionalidad abierta y una cerrada - nosotros somos
esos límites, pero la intencionalidad humana liberadora la describe Plessner como la excentricidad de la
intencionalidad humana en sus relaciones ambientales y su determinación
concomitante. Para Plessner, nuestra
subjetividad puede ser entendida en términos de expresividad a priori en la naturaleza en general, y
nuestra experiencia por cierto en las relaciones con ella.
Jubilado ya en 1962 de la
cátedra universitaria, fijará su residencia cerca de Zúrich en cuya Universidad
seguirá impartiendo conferencias y seminarios. Para 1972 fue nombrado doctor
honoris causa por esa misma Universidad y posteriormente por las de Groninga,
Friburgo y Göttingen.
Muere el 12 de junio de
1985 en Göttingen-Alemania.
Y precisamente sobre este
importante personaje fundador de la antropología filosófica y bajo comento: Helmut Plessner, escribe el connotado
miembro de la Escuela de Frankfurt como
es Jürgen Habermas (quien polemiza
con Plessner, pero a su vez asume
muchos de sus conceptos que destrozan y superan y desprecian al marxismo) consignando lo siguiente:
“… Es lo que Thomas Mann, ya en 1945, trataba de hacer ver
tanto a sí mismo como a todos los alemanes al gritarles lo que podía haber sido
el ‘motto’ de su novela ‘El Doctor Fausto: ‘que no hay dos Alemanias, una buena
y otra mala, sino una sola a la que por astucia diabólica lo mejor se le trocó
en lo peor’. Esta sentencia se convierte en el lema de la investigación de
Plessner. Esa astucia diabólica, que en la novela tiene que quedar reflejada
como la astucia del carácter, el análisis científico trata de rastrearla en el
curso de la historia, de sus decisiones y de sus represiones; pues lo que la
psicología de los pueblos concibe en una inmediatez proyectiva como carácter
nacional, no es otra cosa que ‘historia enroscada’.”
“… Sólo cuando el fragmento nacionalsocialista de nuestra
historia sea entendido desde el contexto de la tradición alemana, quedará
conjurado el peligro que ya es casi algo más que un peligro: pues tan fatal
como la versión que considera el fascismo como un destino en el contexto de la
historia universal o de la historia del Ser, es esa otra más corriente que ve
en él una especie de avería histórica; esa versión hace de la culpa un triste
accidente, y del accidente pronto acabaremos haciendo lo que sucede siempre y
en todas partes. La historiografía política (eso que Plessner presenta tan
acertadamente como ‘historia de la cultura en un horizonte político y social’)
no puede renunciar a categorías ‘acientíficas’ de este tipo. Mas por otro lado
sólo debe emplearlas si la culpa, en lugar de agotarse en imputaciones
personales que pueden resultar cuestionables, arroja todo el sentido histórico
que puede tener para la actualidad. Tal historiografía, al hacernos comprender
‘cómo pudo suceder’, nos proporciona al mismo tiempo motivos y criterios
legitimados por la propia historia, para una orientación racional en los
riesgos que entraña el futuro.” (pág. 115)
“… Plessner, no sin razón, hace derivar del persistente
sacudimiento de tradiciones ambiguas y a la vez incompatibles esa necesidad de
autoridad que ha dejado una marca tan
visible en la actitud del alemán ante la superioridad: ‘Los elementos
esenciales que concurren en la marcha que se inicia con la interpretación
biológica de la idea de pueblo pueden entenderse como consecuencia del desmoronamiento
de la autoridad’.”
“… Como base de legitimación ya no se dispone ni del oscuro
sueño del viejo Reich ni del pretexto diurno del nuevo Estado; no quedaba,
pues, otra cosa que ese elemento con el que desde Herder los alemanes venían
tratando de compensar su desunión territorial, las diferencias en su derecho
público y en su derecho constitucional y sus desgarraduras de tipo confesional
y tradicional: la idea de pueblo. Y ésta, al final de ese proceso de
desmoronamiento de las autoridades intramundanas en el que la historia supera
críticamente a la filosofía, la sociología a la historia, y la biología
finalmente a la sociología, queda identificada con el desnudo hecho de la raza.
‘El orden de salvación supramundano deja paso a la razón, ésta a la historia, ésta a su vez a la
economía y a la sociedad y su puesto acaba siendo ocupado finalmente por la
sangre.’ Este proceso es el verdadero tema de la investigación: el camino, que
Plessner bosqueja con toda transparencia y expone de forma magistral, por el
que el espíritu se rebaja hasta convertirse en carne y por el que abandona el
campo a la carne y a su fechitización, un campo que muy pronto se convertiría
en campo de batalla.” (pág. 117)
“… Plessner muestra cómo los sucesores de Dilthey, tratando
de huir de todo lo que aún pudiera sonar a ideología, van empujando fuera de la
dimensión histórica la base de sus reducciones ideológicas, hasta situarla en
el plano de la pura vitalidad: como ‘animal ideológico, como animal que produce
símbolos, el hombre, en esta perspectiva, ni es un ser histórico, ni un ser
social’. De este modo, la biología queda elevada a ciencia fundamental del
hombre. (…) La ciencia fundamental que es la biología recibe, pues, de la dimensión
de la sangre y de la tierra su principio regulador supremo: para ella es
verdadero lo que sirve como medio para la autoconservación del pueblo y de la
raza ya para la exhibición de su superioridad. Consecuencia y reverso de todo
ello es el decisionismo. Cuando el hombre es considerado en su autenticidad
como un ser natural, huelgan para su acción todas las justificaciones extraídas
de la teoría. La decisión, exenta de toda norma, sólo reconoce ya la situación
concreta y en ella a la raza concreta, al pueblo; y el único interés que la
guía es el de mantener e intensificar la vida.”
“En la relación entre conciencia y acción, la huida de todo
lo que resultase sospechoso de ideología acaba concediendo el primado a la
acción. Ésta solo se rige ya por los imperativos que dimanan de la capa
determinante de la naturaleza, que, como sustrato último y propiamente dicho,
es la verdadera ‘infraestructura’: la sangre; término que, con su aura, es la
última acuñación de una religiosidad cósmica que con ello queda ya definitivamente
exhausta.” (pág. 118, ‘5. Helmut Plessner’
en ‘Perfiles filosófico-políticos’ de Jürgen Habermas, editorial Taurus,
versión castellana de Manuel Jiménez Redondo, traducido de la tercera edición
alemana, aumentada, España 2000)
Es evidente que nuestro
filósofo coevo Habermas comparte con
la pléyade de intelectuales alemanes la debacle, la desgracia y el salvajismo
que significó el ascenso del nazismo
en Alemania vía las elecciones, y es ostensible el esfuerzo racional y
sociológico y antropológico de sus intelectuales por entender cómo es que
Alemania culta y líder de la filosofía universal (y en otros campos) y maestros
del mejor de los mundos éticos y morales, hayan caído tan hondo a las simas de
la perversión, ferocidad y sevicia no sólo contra el género humano sino contra
todo lo creado por la civilización occidental de la que Alemania pre-nazi se
sentía muy orgullosa y presumida por cierto por su gran aporte en lo que
correspondía: traumada quedó la nación alemana con tamaño evento que hasta el
día de hoy es un baldón de la que no se salvan en modo alguno.
Sin embargo, como bien lo
denunció en su momento el gran filósofo fenomenológico (no judío) Karl Jaspers: La nación alemana puso el
tema bajo la alfombra y no asumió como nación su delito y su culpa y su
responsabilidad y politiqueramente buscaron responsables menores y
circunstanciales sobre el ascenso y acción y praxis y proyección del nazismo en
Alemania, y esto es una deuda y responsabilidad que la civilización occidental
tiene en agenda y muy presente y hasta la fecha.
Precisamente sobre ese
tópico es que Plessner tensa su esfuerzo
racional e intelectual y lo afronta asumiendo la famosa frase de Thomas Mann sobre la ‘astucia diabólica’ que convierte de
ángeles a demonios sedientos de sangre y destrucción a la nación alemana, no solamente a los nazis en el poder.
Y es que para el mal
monumental y sistemático, a nivel de gobierno y de política de Estado, estaba
presente y actuante el carácter germano, sin lugar a dudas: el carácter y biotipo
e intencionalidad del mal, de la perversión y de la bestialidad es de lo que
tiene que entenderse cuando Plessner
analiza ello como la ‘historia
enroscada’.
Y tenemos que estar muy
atentos con esa ‘historia enroscada’
y con ese carácter y ese biotipo germano que es ínsito a esa nación, no
olvidemos que la Alemania de Merkel (acaba
de ser reelecta y seguirá al frente del gobierno y del Estado alemán) sigue siendo en el hoy por hoy la
líder de la UE y es la que más apoyo presta para la ejecución de crímenes y
genocidios y asesinatos de EE.UU. en el medio oriente y en otras zonas y actos:
No olvidar esto. La democracia y el Estado de Derecho y los Derechos Humanos tienen sus malditos demonios
escondidos detrás del humo de su melifluo y benefactor incienso, Plessner ya nos puso en aviso.
Y es que el ascenso del nazismo en Alemania vía las elecciones
y con millones de votos de la nación germana no es nunca por nunca una simple ‘avería histórica’, aquí hay una culpa-macro (ahora a nivel de Estado) que está pendiente y vigente, y
precisamente el inteligente Habermas
habla de los ‘riesgos que entraña el
futuro’ de Alemania, y a eso me
refiero caro lector cuando Alemania
sigue mirando a los costados o silbando al cielo con respecto a su culpa y
responsabilidad universal como nación y a nivel de Estado; pero siguen, sin
embargo, con mucha diplomacia y ‘diabólica
astucia’ apoyando crímenes, asesinatos, genocidios y programas económicos
salvajes e inhumanos como es el caso en Grecia, España, Irlanda, Islandia, Portugal,
etc., el análisis de Plessner-Habermas
es vigente y nos tiene que preocupar y hacer sacar las conclusiones respectivas
atinentes a nuestros intereses y como condición de género humano, como miembros
de una cultura de humanidad civilizada, como miembros de un país y de un Estado
en conexión y relación política y económica, y Sudamérica tiene sus intereses y su realidad muy en relación con Alemania y la UE.
Y es que Plessner puso en mesa un tema central e
intemporal que no sólo atañe a la Alemania nazi sino a todo el universo
político en general: ‘esa necesidad de
autoridad’ que el alemán requiere y pide y consume (¿Merkel significa eso ahora?). ¿La sed de autoridad y de
superioridad es ínsita a los cuerpos políticos del género humano? Sí esto fuera
cierto, significaría que somos unos hipócritas frente a las formas de gobierno
tradicionales sobre todo con la República
en general y que ello explicaría (y hasta justificaría con ‘astucia diabólica’) como es que Alemania y la UE en
general vienen moliendo y destruyendo y desgraciando y licuando a las Repúblicas antedichas y conocidas y que
hoy están en las calles siendo dura y sangrientamente reprimidas y con millones
de parados exigiendo soluciones a la UE
y a los organismos financieros internacionales con la Troika incluida.
En sentido estricto de
antropología biológica lo que se afirma es que al caerse la autoridad emerge la
idea de pueblo como proyección biológica, lo que interpreta Habermas aquí siguiendo a Plessner es que sin autoridad y sin
superioridad en determinada coyuntura histórica se sobrepone y pulsiona la
sangre, el carácter y las emociones rompiendo límites y marcos y parámetros
(cuanta deuda a la libido freudiana) … terrible análisis y/o revelación del
genio y carácter germano …. Si es ADN político-biológico
entonces tengamos temor de lo que pueda resurgir de Alemania en caso de crisis
o de presiones externas o internas nuevamente … y por excentricidad …
Tan es así que el mismo Habermas y siempre en la cita bajo
comento, pone en el centro del estadio al ‘pueblo’,
al pueblo alemán que rompiendo límites biológicamente supera a la filosofía a
la sociología y a la misma historia y así aparece manifiesta y desnuda y en
toda su magnitud y por excentricidad: la
‘Raza’ … terrible afirmación, espantosa revelación, el quid de la ‘astucia diabólica’ germana se hace
presente nítidamente y por excentricidad: Volvamos a releer a Plessner cuando afirma terriblemente
que ‘El orden de salvación supramundano
deja paso a la razón, ésta a la
historia, ésta a su vez a la economía y a la sociedad y su puesto acaba siendo
ocupado finalmente por la sangre.’ Vale decir que el pueblo alemán optó por
convertirse en carne, en raza en pulsiones emotivas e irracionales y por
excentricidad: la eliminación física del otro escuchando a la sangre y a la
raza, la batalla demoníaca y sagrada en holocausto de la biología en físico y
en sudor y grito de guerra … y por excentricidad.
Vale decir que prima la
pura vitalidad, la fuerza, el arrojo, la actitud guerrera, la decisión, y como ‘animal ideológico, como animal que produce
símbolos, el hombre, en esta perspectiva, ni es un ser histórico, ni un ser
social’. Es decir que tenemos al frente y en toda su magnitud a máquinas de
guerra, de asesinato y de exterminio individual y masivo guiados por la pura
biología, y excentricidad, y como dice Habermas
tenemos aquí a hordas salvajes pulsionadas por su sangre, por su raza y por sus
intereses donde que “para ella es
verdadero lo que sirve como medio para la autoconservación del pueblo y de la
raza ya para la exhibición de su superioridad.”: Y no olvidemos, por
excentricidad.
Aquí tenemos entonces en
toda su expresión y brillantez lo que se conoce como DECISIONISMO que magistralmente desarrolla en su momento Carl Schmidt, y es que el decisionismo político se avoca a la
observación del hombre en su estado natural y en plena acción y sin teorías que
lo alimenten ni lo hagan razonar en justificaciones metafísicas de algún tipo,
el decisionismo político estudia al
hombre que actúa sin normas y que solamente arremete o somete o reconoce la
situación concreta y por excentricidad: su raza, su pueblo, su sangre, sus
intereses y todo lo que signifique consolidar, beneficiar o amplificar su vida
y la vida.
El decisionismo político entonces repele toda ideología que frene o
neutralice o ciegue a la acción como expresión biológica pura y neta a manera
de ‘infraestructura’ como
idóneamente lo precisa el mismo Habermas,
es la sangre, es la raza como tierra, como carne, como cielo y como premio en
sí, para sí, y por excentricidad.
Y es realmente punzante,
tremendo y relevante lo que ponemos en mesa de análisis en Filosofía política con estas posturas basadas en el drama real y
agónico y salvaje del paso del nazismo en Alemania con el apoyo, promoción y
legitimación del mismo pueblo alemán con sus millonarios votos en las urnas: Pueblo como versión autorizada
universal del componente básico y cardinal y fundamental de todo Estado como concepto
jurídico-constitucional en la cultura política universal occidental.
En Sudamérica tenemos una atenuante y vertiente distinta ateniéndonos
a Paolo Virlo cuando hace una buena
distinción entre MULTITUD y PUEBLO; siendo multitud la percepción de individualidades donde que cada quien
quiere imponer su voluntad, capricho y deseos y donde no existe el objetivo
común, a diferencia del concepto de pueblo
donde sí existe suma colectiva de individualidades pero donde participan
todos de objetivo común: ciudadanos. El
análisis que hemos hecho de las posiciones de Plessner-Habermas se refiere sin lugar a dudas a PUEBLO y no a MULTITUD, se refiere al pueblo alemán con objetivos comunes, lo que
agrava su culpa y su responsabilidad universal contra el género humano.
De todo lo expuesto hasta
aquí, fácil es colegir que el decisionismo
político germano aplastó y superó en mucho y en todo terreno al débil marxismo como falaz teoría
insubsistente y como engendro filosófico romántico alemán al revés.
Lima, 04 de octubre del
2013
Jaime Del Castillo Jaramillo
Abogado egresado de la
U.N.M.S.M. con más de 20 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio
jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional;
periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’
(censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política
con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de
nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política
otorgado por la UCES - Universidad Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos
Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos
Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento
Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia
Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.;
blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
Fundador, ideólogo y
Presidente de “Foro Republicano”
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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