Sufragio universal no es democracia y democracia capitalista no es
República: la gran lección de la historia que aún no se aprende. El capitalismo
e industrialismo europeo del siglo XIX constituyó absolutismos parlamentarios o
totalitarismos capitalistas jurídico-constitucionales de primera fase
Como se conoce bien, la economía
a fines del siglo XVIII se basaba en la agricultura y el comercio, no había
industrialización en modo alguno, a lo más, productos artesanales, pero en muy baja
fabricación y oferta. Las magras producciones artesanales se hacían en los
domicilios, no había fábricas ni talleres de producción a granel. Esta forma
económica cerrada de producción, cambiaría radicalmente en el último tercio del
siglo XVIII, y fue nuevamente Inglaterra la que lideraría el cambio
revolucionario económico de gran impacto universal.
Inglaterra a fines del siglo
XVIII: con sus racionales, astutos y gloriosos capitalistas, ahora amos y
señores del Parlamento, y de todo el
sistema político, y sin oposición alguna;
y, que dominaban a la monarquía; legal, militar y políticamente sometida. Pues,
el Capitalismo inglés con su parlamento todopoderoso, constituyó totalitarismo capitalista
jurídico-constitucional de primera fase: el parlamento capitalista, designaba
a su propio primer ministro, para constituir
su propio poder ejecutivo, que por
cierto, no controlaba, ni regulaba,
ni fiscalizaba, las actividades económicas y financieras y comerciales, del
dominante capitalista amo y señor; el
parlamento capitalista fijaba sus propias leyes según su conveniencia y
necesidad; y, como no podía ser de otra manera, con su poderosa marina mercante
y con las fuerzas armadas a su disposición plenamente, se expandieron ultramar
y conquistaron y ocuparon y explotaron todo lo que encontraron explotable, y obtuvieron
riquísimos nuevos mercados como en Asia, América y África: Y así tenemos, al Imperio
colonial inglés, con la hipócrita y falaz teoría política lockeana de los ‘Derechos Civiles’, que no era otra
cosa que: la ‘República Plutocrática y
esclavista’ ahora imperialista con mano de hierro y faltriqueras liberales
felices.
Este modelo de régimen político, nacido en Inglaterra,
--líder del capitalismo y luego del industrialismo universal, dizque ‘liberal’--, será difundido y aplicado
en la Europa capitalista, y petrificado y amarrado y anclado a, y en, las constituciones políticas, en algunos
casos con sufragio censitario: que
era el dominio político descarado, y jurídico-constitucional del capitalista, y simultáneamente, el
apartamiento de todo poder político y muy al contrario, sometimiento absoluto
del pueblo; y, en otros casos, con la ilusión romántica y ‘nacionalista’ del sufragio
universal, que era otra forma de estafa y sometimiento del pueblo, vía el
poder político con anclaje jurídico-constitucional al embudo político por
antonomasia, como era, y es, el parlamento,
que como lo hemos desarrollado, es el arma fundamental y por antonomasia del capitalismo dominante: No se puede
confundir sufragio universal con democracia y democracia capitalista con República,
esa es la gran lección de la historia, que hasta hoy no se asimila, ni se
aprende.
Y en el siglo XIX, el capitalismo y el industrialismo inglés, se regirán protegidos por su sistema absolutista parlamentario, y en
general, la alta burguesía y el gran capital europeo, se blindarían y
salvaguardarían con sus regímenes políticos, que eran en última instancia totalitarismos capitalistas de primera
fase (los totalitarismos de segunda fase
se dan después de la segunda guerra mundial) de rango jurídico-constitucional, donde se aparentaba brindar
‘libertades y derechos’ jurídica y constitucionalmente, pero en la
realidad, reinaba la explotación, el abuso, el sometimiento y la violencia y la
injusticia social insoportable contra las grandes masas desposeídas o el
denominado ‘pueblo’. Sufragio universal no es democracia y democracia capitalista no es República:
la gran lección de la historia que aún no se aprende.
El poderoso y paradigmático capitalismo inglés, en lo económico, y su
absolutismo parlamentario en lo político,
dieron toda la confianza a los capitalistas imperiales, para avanzar agresiva y
despiadadamente, conquistando, invadiendo, y produciendo a gran escala, para
hacer más y más y más riquezas sin fin. Repetimos: Sufragio universal no es democracia
y democracia capitalista no es República, es la gran lección de la
historia, que aún no se aprende. El capitalismo e industrialismo europeo del
siglo XIX constituyó absolutismos
parlamentarios o totalitarismos capitalistas
jurídico-constitucionales de primera fase
Fueron los inventores entonces, peritos personajes avocados a crear
tecnologías innovativas y útiles para el capitalista ávido de riquezas, y
dispuesto a pagar por los inventos. Y los inventos, fueron aparatos necesarios,
apreciados y útiles, que podían hacer
producir más rápido que la mano artesanal lenta; las máquinas inventadas
generaban rapidez de producción que anhelaba el capitalista industrial, porque
la demanda era fuerte y constante; las máquinas también eran necesarias y muy
valoradas, porque reducían costos, y con ello aumentaban las ganancias del
capitalista industrial, y simultáneamente destruían a la competencia comercial
internacional.
Recordemos solamente que, en 1733
un humilde relojero inventó la máquina de tejer, que redujo a la mitad, el
tiempo que se aplicaba para hacer una pieza de tela: John Kay. Y de ese invento, se pasó al otro, mediante el cual: un
solo obrero podía hacer el trabajo de ocho hilanderas a la vez, era la máquina del
nuevo sistema de hilado. Fue James Watt
(1736-1819) la estrella de los inventores, ya que provocó la revolución técnica,
formidable para el capitalismo industrial en 1769, cuando inventó la máquina
movida por el vapor, que
inmediatamente fue aplicada a los imparables telares y a los refinados husos
textiles y al potente ferrocarril.
Con estos inventos y maquinarias,
y con el brío e impulso del capitalismo industrial conquistador de grandes
mercados, fue que se necesitó habilitar las FÁBRICAS, que eran instalaciones inmensas, solamente para
producción industrial a gran escala, donde se concentrarían máquinas y
trabajadores; obreros y peones y maquinaria, casi todo el día, solamente para
producir y producir y producir, para el capitalista ávido de ganancias, y
utilidades grandes y rápidas.
El impacto del industrialismo fue muy posesivo,
potente y seductor para el campesino pobre y hambriento, --que venía siendo
despojado de sus tierras, ya que el capitalista necesitaba expandirse mucho más--.
La mano de obra resultó abundante y barata, y eso favoreció mucho más al
ambicioso e impío capitalismo, ya que miles de campesinos famélicos dejaron sus
campos y se mudaron a las ciudades, con la ilusión de poder trabajar en las
inmensas fábricas y factorías y talleres, que florecieron como hongos con el
industrialismo inglés.
Como no podía ser de otra forma,
el hierro y el carbón fueron los insumos valiosos para la fabricación de la
nueva maquinaria capitalista, por lo tanto la minería y la metalurgia crecieron
y se consolidaron rápidamente, concentrando a miles de operarios y obreros.
Aparece el ferrocarril con motor a vapor para 1825, cual poderoso e imparable caballo
de hierro, que recorrerá el mundo, devorando distancias y enlazando los
mercados, tan buscados y apreciados.
Las nuevas ciudades industriales
del mundo, vieron nacer un nuevo actor laboral y agente social y económico: el obrero o el proletariado. Gente pobre
que vivía solamente de su magro salario, en miseria rampante, explotado hasta
su desfallecimiento, sin beneficios sociales, en viviendas precarias e
indignas, sin seguro social, sin nada que los ampare de nada, estaban a expensa
de su empleador, el impío y avaro capitalista industrial.
La ciencia de la historia ha
probado plenamente que, los obreros del naciente industrialismo, eran
explotados inhumana y salvajemente, trabajaban desde el amanecer hasta el
anochecer, y eran pagados con salarios miserables, hasta el extremo que sus
familias morían de hambre, y tenían que mendigar, las esposas y las hijas
tenían que prostituirse, y los menores hijos tenían que ser llevados a los
orfelinatos. Pero los orfelinatos, en verdad, eran cárceles del horror y de la
vejación absoluta, contra los menores hijos de familias pobres obreras, está
probado que estos orfelinatos entregaban a los niños, a los inclementes
capitalistas industriales, para que trabajen en situación de maldita esclavitud
en las fábricas y socavones.
Leamos un documento de la ciencia
histórica, que relata el testimonio de un niño de doce años de la época:
“No tengo más ropa que la de mi
trabajo: algunos pantalones y una chaqueta rota … Arrastro las vagonetas bajo
tierra a lo largo de media legua, ida y vuelta. Las arrastro durante once horas
diarias con la ayuda de una cadena atada a mi cintura. Las heridas que tengo en
la cabeza me las he hecho descargando vagonetas. Los hombres del equipo, al que
estoy atado trabajan desnudos, salvo un casco en la cabeza. Algunas veces,
cuando no voy rápido, me golpean.”
El capitalismo industrial en Inglaterra caminaba sobre su propia mesa
servida: en lo económico, político, cultural y social, sin tropiezos y a
grandes trancos, con las grandes mayorías populares (o el pueblo mismo) explotadas, ignorantes y desamparadas absolutamente.
El avance arrollador del capitalismo inglés, creó un sistema político
absolutista o totalitario parlamentario sin oposición alguna.
Francia demostró al mundo, en el
campo filosófico-político, que su revolución de trascendencia universal, --y
que tuvo su hora de gloria en la espada y en la mentalidad política y
estratégica de Napoleón Bonaparte--,
no fue burguesa o capitalista (ni menos industrial) esencialmente, la
revolución francesa de 1789 fue la lucha agónica, sangrienta y continental, de
y por: la búsqueda de la Felicidad (los
teóricos de esa postura fueron Montesquieu,
Voltaire, Rousseau como lo explicamos en otro trabajo) versus la reacción monárquica parasitaria, y luego también, contra
el capitalismo emergente inglés de régimen parlamentario, y sus aliados; y
ambos, significaban la injusticia social, la tiranía, la discriminación y el abuso insoportable de todo tipo y
rubro. Y tan esto es cierto, que cuando cae Napoleón Bonaparte, los capitalistas o la alta burguesía industrial
o comercial no se queda en el poder central. Regresa inmediatamente, la
reacción monárquica y la tiranía, y queda una gran lección: la felicidad, no se gana con leyes y
constituciones políticas (por más bellas palabras y declaraciones poéticas que
contengan), sino con pólvora, harta sangre vertida en la lucha, y con cerebros y
voluntades dispuestos a la grandeza.
Napoleón Bonaparte demostró que la felicidad, --postulada en la insigne teoría-política de su tiempo--, se logra y alcanza y se gana, con
todo el pueblo explotado, con todo el pueblo sometido y sin excepciones
(pequeños burgueses, comerciantes, negociantes, estudiantes, capitalistas,
campesinos, militares, obreros o proletarios, artesanos, etc.), con cañones y
con estrategia militar, y con leyes que se puedan cumplir y ejecutar sin
remilgos, es decir, con recursos efectivos, y con potencia de destrucción y
sometimiento, esa lección napoleónica-republicana
nunca la asumirían los posteriores teóricos e ideólogos de los explotados
obreros o proletarios, sean los ‘socialistas utópicos’ o los
‘socialistas científicos’ o marxistas
de todo tipo y clase.
Como se sabe, venció la alianza
continental monárquica, reaccionaria y parasitaria, y aliada del capitalismo inglés
emergente, y blindado con su absolutismo o totalitarismo parlamentario. Y
Francia regresó al régimen monárquico absolutista con Luis XVIII (1814-1824) y Carlos
X (1824-1830) y obviamente, la constitución
política revolucionaria jacobina se fue al tacho de basura, y nuevamente la
nobleza y el clero impusieron su régimen de tiranía, de discriminación y de
prerrogativas odiosas.
No sólo eso, la tiranía
monárquica reaccionaria francesa (apoyada por el capitalismo inglés parlamentario)
impuso el terrorismo blanco: y eso
significa que el terror blanco monárquico persiguió a todos los que notablemente
habían impulsado la Revolución Francesa,
o a los que defendían a la República y a Napoleón
Bonaparte, recordemos que se fusilaron a diecinueve generales bonapartistas,
--previo juicio sumarísimo, y sin derecho de apelación--, y muchos más
sufrieron dicho abuso y revancha, ostensiblemente cobarde y sangrienta, insoportablemente
tiránica y monárquica, y para ello se crearon tenebrosos y más que parcializados
tribunales especiales.
La reacción monárquica francesa se
volvió totalitaria (como era su tendencia y naturaleza), --(y siempre apoyada
por el capitalismo inglés parlamentario)--, y para ello se sella la alianza
entre la Iglesia y el Estado monárquico, y en ese contexto la Iglesia Católica
toma las universidades, y las controlan absolutamente, crean comités obispales
para controlar a los profesores y catedráticos; demás está recordar que hubo
férrea censura de prensa, y el recio régimen policíaco monárquico, reprimía
cualquier mínimo brote de protesta o queja. Sin embargo los ‘liberales’ siempre se daban maña para
seguir luchando contra tamaño totalitarismo monárquico reaccionario, macabro y
siniestro.
En este punto de la historia,
nuevamente el capitalismo francés
levanta cabeza, y se da cuenta que con ambigüedades e hipocresías y sin
estabilidad política y social, no va a poder lograr grandes ganancias y utilidades,
como lo venía haciendo el capitalismo inglés y su totalitarismo parlamentario. Y es así, como la fórmula ganadora del
gran estratega Napoleón Bonaparte
vuelve a funcionar espléndidamente, cuando los franceses se enfrentaron cara a
cara y en la plazas, calles y avenidas, en contra de la monarquía reaccionaria
totalitaria: Alta burguesía, banqueros, comerciantes, industriales,
intelectuales, clase media, trabajadores, estudiantes, etc., se unieron nuevamente
contra la reacción monárquica totalitaria y terrorista, y embistieron unidos y
con todo, como si se les fuera la vida en ello, y triunfaron.
Y en el mes de julio entre el 27
al 29 (los ‘tres soles de julio’), de 1830, el capitalismo francés en
alianza con el pueblo en general, arrojaron del poder al totalitario monarca Carlos X, con toda furia, ira,
indignación y odio, es decir, estalló la revolución en París: bulliciosa,
violenta, conmovedora y callejera, se levantaron las célebres barricadas
revolucionarias. Los gritos del pueblo decían: “¡Viva la libertad! ¡Abajo los
borbones!”.
Y es un inolvidable e histórico
momento, cuando el ejército del rey, se negó a reprimir y masacrar al pueblo
francés en las calles, siendo que los revolucionarios, ya habían asaltado
armerías, y tenían milicias armadas dispuestas a morir peleando contra el
totalitarismo reaccionario monárquico. Los militares franceses estaban muy
resentidos, con el maltrato y muerte cobarde en contra de sus íconos e ídolos
castrenses, que hicieron historia con el genio universal Napoleón Bonaparte, las ideas republicanas habían calado muy hondo
en la mentalidad militar y fácil era ganarlos para la causa revolucionaria.
El reaccionario y perverso rey Carlos X, tuvo que abdicar y se marchó
de Francia. En los tres días siguientes, los revolucionarios entregaron el
poder a un noble de ideas progresistas: Luis
Felipe de Orleans (quien gobernaría hasta 1848). Se instaura así, el régimen monárquico constitucional
parlamentario francés, (parecido al inglés), y como no podía ser de otra
manera, los capitalistas franceses impusieron sus normas que los protegiesen y
blindasen, se restablecieron las libertades políticas y la libertad de prensa
de inmediato, pero la trampa burguesa, o del capitalismo dominante, estaba en
que solamente podían votar y elegir, los que tenían propiedades inmuebles, es
decir se impuso el sufragio censitario,
y por lo tanto, nuevamente, las grandes mayorías explotadas y dolientes,
seguían excluidas del poder político, y esta estafa y engaño fue el combustible
para una nueva y pronta revolución francesa.
La revolución francesa de 1830 tuvo repercusiones en importantes
ciudades europeas, la lucha en general era contra la injusticia social, la
tiranía y el totalitarismo monárquico. Por ejemplo en Francfort, la réplica fue
en 1833 e impulsada por estudiantes; en Bruselas estalló el 25 de agosto de
1830; en Parma, Módena y Romagna (Italia) fue en febrero de 1831; en Brunswick
fue el 7 de noviembre de 1830; en Leipzig y Varsovia en noviembre de 1830; en
Dresde en setiembre de 1830.
Poco tiempo pasó, para que
fracase la revolución francesa de 1830;
y renazca, otra revolución en París: la de 1848. Y es que la clase media y el pueblo
en general, seguía siendo burlado y estafado por la alta burguesía y capitalismo
francés, que tomó el poder al estilo inglés: con un parlamento bajo su dominio, y con un noble sometido y en el poder,
pero formalmente nada más y a los pies de sus mentores los capitalistas
franceses, que se aseguraron que las mayorías nacionales o el pueblo, no tengan
forma de intervenir y poner en problemas a la clase dominante; y, sobre todo, se aseguraron que el pueblo no
pueda controlar, regular y fiscalizar jurídica y constitucionalmente, las
acciones y enriquecimiento del capitalismo,
pero Francia no es Inglaterra y sobrevino la revolución de 1848, que también tuvo gran trascendencia universal.
El tema político, o el punto
clave de la agenda central revolucionaria parisina aglutinante, fue el SUFRAGIO UNIVERSAL, --que en esos
tiempos daba la ilusión de ‘Democracia’--,
recordemos que lo que se había impuesto astutamente por los financistas de la
revolución de 1830, fue el sufragio
censitario, y entonces, solamente votaban los que tenían propiedades, es
decir, era un régimen capitalista a secas. El pueblo francés entonces, --y para
la revolución de 1848--, quería sufragio universal, para poder tener
acceso y manejo de las palancas centrales del poder total. Era la ilusión de la
‘Democracia’, entendida como manejo
del poder central permanentemente por parte del pueblo, y no solamente como
feriado electoral de 24 horas en los sufragios, y nada más, como sucede hoy en
día.
Y, en esa coyuntura crítica y
álgida, pesó la mala administración en y del gobierno de Luis Felipe de Orleans: recordemos que los obreros, --como era de
suponerse-- no obtuvieron ningún beneficio; y se recortaron al poco tiempo, las
libertades públicas; y se descubrió además, corrupción política grave en la
administración monárquica totalitaria.
Recordemos que, en esa coyuntura
de 1845, acaecieron malas cosechas, y las papas y cereales obtuvieron precios
altos, --golpeando duramente los hogares de los más pobres--, la crisis
económica afectó a toda Europa, y se cerraron fábricas y empresas, se verificaron paros obreros masivos, y se
generalizó el hambre que martirizaba a los más pobres. Se tornó espantosa la
situación política y económica, previa a la revolución de 1848.
Fue en esa coyuntura, que el 21
de febrero de 1848 en París, se dio una gran manifestación popular, integrada
por obreros, estudiantes y miembros de la clase media, que tomaron las calles
con arengas y peticiones, y la policía se negó a disparar a los
manifestantes, y dos días después de
agitadas, bulliciosas y violentas luchas, caía Luis Felipe de Orleans
abdicando de su poder, y de inmediato se proclamó la República y se constituyó nuevo gobierno, que llevaba en su seno
por primera vez en la historia, a dos obreros.
Leamos al famoso historiador
francés Alexis de Tocqueville,
describir la revolución de 1848 en
los siguientes términos:
“Lo que la distingue de todas las
otras… es que no tiene por objeto cambiar la forma de gobierno, sino alterar el
orden de la sociedad.” (‘Barricada en París en 1848’)
En verdad, la revolución de 1848, fue la alianza en
contra de la alta burguesía francesa, fue, en suma, en contra del capitalismo
dominante parlamentario, que negaba el acceso al poder al pueblo, en la vía
jurídica-constitucional, querían sufragio
universal: obreros, artesanos, estudiantes, profesionales, comerciantes,
etc.; en suma, en esta oportunidad, se unieron los trabajadores con la clase
media, es decir, se unió el brazo fuerte y el cerebro, se unieron y triunfaron
para hacer valer el sufragio universal.
La gran ilusión era que el pueblo pueda gobernar por sí y para sí mismo. Y
confundieron sufragio universal con democracia y democracia capitalista con República,
y otra vez sufrirían: grave frustración y decepción, que quedó plasmada en la
historia y que nosotros debemos reevaluar y sopesar nuevamente.
Leamos a Georges Sand como nos grafica a la revolución de 1848:
“La calle, la plaza pública; por
ahí circula la vida de Francia en este momento… El tambor que suena, los
voceadores que pasean con sus periódicos, los niños que piden farolillos, la
Guardia Móvil que pasa. Y están además las delegaciones, las ceremonias, los
sacerdotes, los soldados, los italianos y polacos que se permiten cantar en
nuestras calles la ‘Marsellesa’ de sus países… Vienen obreros mezclados con
estudiantes, delegados de todas las escuelas, miembros de todas las
corporaciones; la bata, el uniforme militar, el traje burgués, la chaqueta, se
confunden; los brazos entrelazados proclaman la confraternización… ¿Quiénes son
esos robustos trabajadores que avanzan coronados de hojas, con el pico, la laya
o el hacha bajo el brazo a modo de fusil? Son los empedradores, los
terraplenadores o los leñadores. Tras ellos, otros cincuenta más llevan con
ligereza sobre sus espaldas un pino enorme; es el árbol de la libertad, ¡el
símbolo de la República que pasa!”
Como hubo mucho romanticismo e
ilusión políticas, la alianza entre los obreros y la clase media duró muy poco:
los obreros exigieron mucho y la clase media se asustó, y creyendo ver en
peligro sus propiedades, la clase media se separa de los obreros, y hace
alianza nuevamente con la alta burguesía o capitalismo francés. Por lo tanto,
salieron los obreros ministros del poder central oficial, y nuevamente,
teníamos más ilusión y romanticismo políticos: Se consiguió el anhelado SUFRAGIO UNIVERSAL, con parlamento, con
libertades políticas, pero, como siempre: el capitalismo seguía siendo el amo y señor de la cosa pública; y con
ello se demuestra pues, --en forma histórica y científica--, lo que advertimos:
No se puede confundir sufragio universal
con democracia y democracia capitalista con República.
Y esta lección de la historia,
parece que no se aprende o no se quiere aprender, recordemos que la revolución de 1848, que estalló en
París el 03 de febrero de 1848, llegó a otros países, --Berlín el 18 de marzo
de 1848; Praga el 2 de junio de 1848; Cracovia el 26 de abril de 1848; Viena el
13 de marzo de 1848; Budapest el 15 de marzo de 1848; Venecia el 17 de marzo de
1848; Milán el 18 de marzo de 1848; Florencia el 19 de febrero; Roma en febrero
de 1849--, pero la decepción y la frustración fue la misma: No se puede
confundir sufragio universal con democracia y democracia capitalista con República.
Recordemos a la princesa de Metternich como describe en
su diario la revolución de 1848 en
Viena:
“Los estudiantes se juntaron
entre aclamaciones. Un joven… gritaba…: ‘¡Que se nos conceda lo que el espíritu
del tiempo… pide, la libertad de prensa…, justicia a plena luz…, la libertad de
pensar!.’”
Puro romanticismo e ilusión
políticas: Sufragio universal no es democracia y democracia capitalista no es República,
esa es la gran lección de la historia que aún no se aprende. El capitalismo e
industrialismo europeo del siglo XIX constituyó absolutismos parlamentarios o
totalitarismos capitalistas jurídico-constitucionales de primera fase. Y luego
de la IIGM el capitalismo continuarían
con su dominio, en una segunda y tercera
fase, a pesar del iluso, torpe, dogmático y sangriento marxismo, y marxismo
leninismo.
Lima, 04 de setiembre del 2014
Jaime Del Castillo Jaramillo
Abogado egresado de la U.N.M.S.M.
con más de 20 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico
abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista,
fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado
en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la
tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro
subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado
por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos
Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos
Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento
Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia
Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.;
blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
Fundador, ideólogo y Presidente
de “Foro Republicano”
http://fororepublicanoperuano.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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