martes, 11 de marzo de 2014

Hannah Arendt y su errado concepto del poder político a la luz de Max Weber: el poder como sometimiento de voluntades



Hannah Arendt y su errado concepto del poder político a la luz de Max Weber: el poder como sometimiento de voluntades


Sobre Hannah Arendt ya nos hemos pronunciado en un envío inmediatamente anterior con respecto a sus concepciones utópicas filosófico-políticas con respecto a la libertad y en el contexto de las primeras Repúblicas contemporáneas vaciadas del ‘gobierno de todos y para todos’; y es que la utopía no tiene asiento en la verdadera filosofía política ya que en verdad, la filosofía política sirve para brindar los principios superiores que deben iluminar la conducta política nuda y material, sirve también para hacer brillar los valores que trasuntan de la realidad política misma, y como no, también sirve para agrandar a los ojos y mente las conductas humanas irracionales, salvajes, dementes y execrables que en muy normal subyacen y se manifiestan en la conducta y acción política en las más de las veces, y que envilecen y degradan la política desde la óptica aristotélica del bien común, y eso porque la actividad política siempre es agonal, crítica y esencialmente humana en tensión y no en relajo ni comodidad, así guarde dichas apariencias y formas y modales.


El célebre economista, sociólogo e historiador alemán Max Weber fue muy realista en sus enfoques y trabajos vinculados al poder y aunque su método sociológico de la ‘verstehen’ es una idea-tipo, ello nunca enturbió o destruyó o impidió la fuerza de objetividad y precisión e idoneidad en el análisis sociológico o económico o histórico o político del gran genio alemán de la referencia, tan es así que hasta la fecha es un referente obligado y de rigor, es un clásico en los estudios sociológicos y politológicos.


En todos los más importantes centros de estudios de la ciencia política es piedra de toque el concepto de Max Weber sobre el poder: por su realismo, por la fuerza de su objetividad y por la envoltura de humanidad actuante material en la actividad política universal. Y comparar esta luz y solidez conceptual politológica weberiana con la postura filosófica-política de Hannah Arendt es obligatoria y de buen gusto y pertinente en grado sumo.


Por eso, sobre Hannah Arendt y el afamado sociólogo Weber dice el también filósofo germano Jurgen Habermas lo siguiente:


“… b) El concepto de Poder de Hannah Arendt (1976)
Max Weber define el poder como la posibilidad de imponer en cada caso la propia voluntad al comportamiento de los demás; Hanna Arendt, en cambio, entiende el poder como la capacidad de ponerse de acuerdo, en una comunicación sin coacciones, sobre una acción en común. Ambos presentan el poder como una potencia que sólo se actualiza en acciones; pero cada uno de ellos parte de un modelo de acción distinto.” (pág. 205, ‘11. Hannah Arendt’  en ‘Perfiles filosófico-políticos’ de Jürgen Habermas, editorial Taurus, versión castellana de Manuel Jiménez Redondo, traducido de la tercera edición alemana, aumentada, España 2000)


Tenemos que converger con Max Weber en que PODER es sometimiento, repito SOMETIMIENTO … hablemos claro, si no hay SOMETIMIENTO no hay poder, así de simple y de sencillo. Claro, el científico social Max Weber elegantemente le dice “posibilidad de imponer en cada caso la propia voluntad al comportamiento de los demás” y eso no es otra cosa que SOMETIMIENTO ... y punto …


Y el sometimiento político o poder se puede dar o verificarse o comprobarse de diversas maneras y expresarse de distintas formas y manifestaciones y estilos tal como se estudia sistemáticamente en las escuelas de ciencia política en el mundo (autoridad, liderazgo, influencia, etc.).


Es decir, nunca se equivocó Max Weber con respecto a su respetado concepto del poder: el sometimiento es la llave maestra para entender el poder, si no hay sometimiento a una voluntad o voluntades pues no se puede hablar de poder, el allanamiento a voluntad ajena sea con consentimiento, o sin él, sea de buen grado o no, sea  racional o irracionalmente, etc., si no hay sometimiento no hay manifestación efectiva, central y esencial de poder, así de simple y de sencillo.


La gran diferencia con Hannah Arendt es que ella conceptúa el “poder como la capacidad de ponerse de acuerdo, en una comunicación sin coacciones, sobre una acción en común” y en términos reales, esenciales y materiales de la ciencia política eso no es poder en ninguna parte del mundo, una negociación política entre partes concursantes no es sino una débil y pálida chispita de  manifestación de poder, puede ser paréntesis de poder en términos weberianos, puede ser parte de una estrategia o parcial expresión de una táctica, puede ser la estratagema maleva de ganar tiempo para engañar a otro, pero el fin siempre será someter al otro u otros, etc., en suma, este concepto de Arendt sobre el poder bajo comento no puede ser la esencia material de la palabra de lo que deberíamos entender como poder en términos politológicos; muy a veces los que negocian son hombres de paja o simuladores de poder, etc., de tal forma que el concepto de Hannah Arendt es demasiado flojo, vulnerable, permeable y sujeto de opiniones y argumentos no despreciables.


Y lo que aquí debemos precisar, anotar y dejar por sentado es que el concepto de poder de Hannah Arendt es muy parecida a la tesis de la acción comunicativa de Jurgen Habermas (que en otro momento y oportunidad desarrollaremos con extensión).


El Poder no es ni histórica, ni sociológica, ni politológica, ni filosóficamente: conversación, acuerdo, consenso, negociación ni algo similar, porque si no, cómo explicamos la predominancia en la historia universal de expresiones sangrientas, injustas, execrables y hasta feroces de Monarquía, o plutocracia, u oclocracia, o aristocracia, o república o democracia o tiranía o dictadura, etc., el sólo mencionar estos regímenes o sistemas políticos antedichos destruye automáticamente la tesis o teoría de la conversación, acuerdo, consenso, negociación u algo similar como poder,  la historia universal en general y de la política en especial, se encarga de negar las tesis no sólo de Hannah Arendt sino también la de Jurgen Habermas.

Lima, 11 de marzo del 2014

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 20 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES - Universidad Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
Fundador, ideólogo y Presidente de “Foro Republicano”
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